Pronto los convenció de que sus grandiosas ideas eran brillantes e innovadoras. Con sus palabras dijo favorecer a la mayoría.
Logró sumar a la multitud para que como fieras enloquecidas, destruyeran lo ya existente.
Un día, satisfecho, convirtió su voz en látigo para exigir confianza en su capacidad para la construcción de su gran obra.
En un breve período de tiempo hasta la tecnología desapareció. Tan sólo quedó en pie las palabras de aliento de ese que tenía ideas brillantes.
Pasó un tiempo y ese se retiró a pensar en nuevas e innovadoras ideas, se llevó consigo lo que existía a su alrededor y dejó al resto sin nada. Desconcertados y ante las necesidades básicas comenzaron a buscar elementos en la naturaleza, pasaron por varias etapas que notaban como un déjà vu hasta que, reinventaron la rueda.
Aún un grupo lo idolatra y esperan traiga la construcción de esa obra magnífica que los favorecerá a todos.
Rosa Boschetti 
¡Buen reto! ¡Y buen relato! Sigue así Rosa ;D
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Narcís, gracias por tus palabras. Un abrazo 🐾
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Idolatrar, siempre será el lastre del ser humano. Pero…¿en qué punto es sano? Y ¿Quién se cree con el deseo de poder dictaminar que es mejor que otro? pero uno mismo creer que otro es más que uno mismo… bueno. Está muy bien redactado y es creíble. Me ha gustado mucho. Un saludo y que no encontraba este microrrelato en bloguers hasta pasada unas horas, jajajaj si no te digo que soy un desastre con patas … jajaja
Me parece un muy buen trabajo.
Abrazo!!
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Lo triste es cuando, como tu dices: «creer que otro es más que uno mismo», y le damos carta blanca para que decida por nosotros. Dejamos a su criterio lo que es realmente importante sin tomar en cuenta las consecuencias. Gracias por tus palabras, un abrazo 🐾
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Exacto.
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Hola Rosa.
Un triste retazo de algunas realidades que han existido, existen y me temo que existirán mientras haya quien se sienta superior y quienes lo crean.
Un abrazo 🙂
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Sobre todo mientras existan sus fieles seguidores, «quienes lo crean». Gracias por pasarte y comentar 🐾
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