El expulsado (relato corto)

Un día como otro cualquiera, en el «local de la tertulia de la tarde» Ellos se instalaron en su rincón favorito. Onagnaz, en voz muy alta y con su particular ritmo de tres pausas habla, como si fuera consigo mismo:

—Si llamas a las puertas del infinito…

—…

—Y no conoces las preguntas apropiadas…

—…

—Corres el riesgo de no encontrar ninguna respuesta y perderte. —Concluye

Se paralizan. Reinó el silencio. Onagnaz terminó de tomar asiento y poner sus cosas sobre la mesa para volver hablar con fingida modestia:

—Es importante…

—…

—…que se expresen…

—…

—…yo trataré de estar a la altura del reto.

Como corresponde, después de las intervenciones de Onagnaz, sus mentes creativas descifran todos los significados posibles de las palabras escuchadas. Mientras, se terminan de acomodar en sus sillas en absoluto silencio. Este fue liberado por Daniel al darle permiso a Carmen para tomar nota sobre las peticiones de cafés y porciones de pastel.

Ante el asombro de todos uno se apresuró a decir, con auténtico ánimo de entender: «¿En realidad el hombre se puede acercar al infinito?» y luego soltó un pequeño argumento sobre su pregunta.

Onagnaz, que ya ha pedido su café y una porción de pastel, se dispone a desconectar con el entorno, para pensar sobre la próxima disertación a desarrollar. Por lo que no escuchó la mención de su nombre, ni la pregunta.

Sin embargo, las palabras de ese hicieron salivar a Víctor y a Daniel (quienes cruzaron miradas entre sí). Desde aquel «mal entendido» habían esperado pacientes para poner de manifiesto la fuerza del grupo, el momento de revelar que la deslealtad, dignidad e individualidad se pagan caro.

—¿Lanzas preguntas de inmediato? —dice Daniel, con una mueca de desaprobación y continúa: —¿Como si lo escuchado no mereciera reflexión? ¡No serás tan inteligente!

—Ya —responde ese, y agrega otros argumentos muy largos para escribirlos aquí.

Onagnaz sigue en su mundo, aunque esa voz molesta sus pensamientos. Él no tiene por qué explicarse. Lo sentía por ese chico, «no tiene lo que hay que tener» se dijo a sí mismo y mira a Daniel para que continúe con el control de  la situación.

—Toma unos minutos para asimilar lo dicho por Onagnaz —dice Daniel, en un tono tan bajo que ese estiró el cuello para oírlo. —No actúes como si lo dicho fueran obviedades. —Luego Daniel subió la voz, sin perder la clave dramática en la expresión: —Como si las ideas expuestas no se explicaran por sí mismas.

Ese, busca a su alrededor alguna mirada que lo reconozca como interlocutor válido. No hubo nadie. Sin embargo no se detuvo, prosiguió para ser interrumpido de nuevo.

—Te confundes —dice Daniel con autoridad.

—Sí, me he perdido…

—Dos cosas te voy a señalar: Primero, ¿le hablas sólo a los varones del grupo? Te refieres a los individuos y no has incluido a las individuas, ni a los intersexuales. ¡No es necesario que respondas! ¡No perdamos más tiempo! Esto sólo sirve para comprender cómo percibes las cosas. ¡Qué pensamiento tan atrasado! —Luego gesticula con las manos y agrega en un tono aún más seco—: Lo segundo querido amigo, es que si prestaras atención y pensaras, serías capaz de comprender. —Termina de hablar y hace otros gestos, muy sutiles, para indicar que la pausa silenciosa de los demás llegó a su fin.

—Creo que me he expresado mal. Me refiero a todos, a todas, individuos, individuas, personas, personos, humanos, humanas…¡En fin! —dijo ese, con un gesto circular de su mano, para componer lo dicho y volver a congraciarse.

El intento fue en vano. Se sintió incómodo por los rostros severos que lo examinaron en búsqueda de vida inteligente: «Parece mentira que llegara tan lejos en el grupo, que esté aquí sentado sin entender el sentido de las disertaciones de Onagnaz» susurran entre ellos.

Víctor hizo una pequeña señal a Daniel, era el momento de esparcir el veneno. Con una voz que retumbó en el aire, Daniel citó sin mencionar al autor: «No todas las palabras son adecuadas para todas las bocas» Con esta sentencia selló los labios de ese que preguntó y dejó en el ambiente una verdad que todos comprendieron de forma contundente, aunque no reconocieron ni las palabras originales, ni su contexto.

El cielo de esa tarde anunció tempestad y esto último tormenta.

Se movilizan con las silenciosas órdenes de Víctor: Ruedan sillas y objetos. Forman un círculo en torno a Onagnaz, quien sigue en su propio mundo, dejan por fuera a ese que no respeta el tiempo de reflexión.

Después de saborear su café Onagnaz creyó oportuno exponer en un largo discurso lo que elaboró en su mente, sin tomar en cuenta la intervención de ese, ni las de Víctor, ni la de Daniel. Habló como si no hubiese intervenido nadie antes. Al monólogo le siguieron otros minutos de reflexión, esta vez general. Luego con normalidad Daniel marcó la pauta para las disertaciones y ese pensó, porque así lo quiso, que su intervención quedó en el olvido.

Conversaron entre café y café, realizaron más intervenciones, seguidas por otras porciones de pastel y más cafés servidos con fervor por la camarera Carmen hasta que, a una señal de Víctor, con vergüenza pasó un plato pequeño, parecido al de las tazas pero diferente, con un papel largo escrito con pocas letras y muchos números.

Como un ritual en donde cada uno aporta su tributo, uno por uno lo revisa para dejar sobre él algunos papeles rectangulares o algunas pequeñas piezas de metal. Llegó el plato al puesto de Onagnaz y presenciamos una pequeña representación entre Víctor y Daniel. Se disputaron el honor de asumir este consumo. Cesaron al estar seguros de ser observados por los presentes en el local «la tertulia de la tarde».

Tazas de café la muerte jarrón y seis margaritas

Carmen se quedó con ganas de escuchar más de «esas verdades», con ganas de quitarse el traje que la reviste de subordinación y lucir por completo como ellas. «La gente inteligente es tan elegante» se dijo a sí misma mientras terminó de recoger todas las tazas de café multiplicadas en las mesas que habían juntado y las sillas anexas: Bien para sentarse, bien para ser usadas como mesas auxiliares.

Como lo habían previsto tantas veces a solas Víctor y Daniel, ese fue juzgado. Entre cotilleos posteriores a la tertulia el grupo expresó sentirse traicionado por ese, de forma individual.

Hasta los más discretos se dejaron llevar por las habladurías. Se tachó de conflictivo, de tener un pensamiento atrasado e irrespetuoso. Cerraron todas las puertas para él. Se convirtió en un motivo de risa o una vergüenza ajena muy dolorosa. Al hablar, no le entendieron. Si lo vieron venir, miraron a otro lado, se escondieron, aceleraron el paso o simplemente no lo vieron, no lo reconocieron. Al ser indispensable mencionarlo le cambian el nombre, confunden su apellido. Dejaron de verlo como un ser existente.

Para aquel primer expulsado del grupo los meses posteriores a la tertulia de esa tarde fueron de dura convivencia en el lugar de trabajo. Nadie recordó haberse despedido de él. Pasó a ser la leyenda del traidor que desertó. Al parecer cruzó el mar hacia otras tierras.


Un encuentro con la Muerte confirmó que ni el amor, ni la supervivencia ni el tiempo son lineales cuando son Ellos los emergentes.


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11 comentarios en “El expulsado (relato corto)

  1. Querida Rosa

    «¿En realidad el hombre se puede acercar al infinito?»

    Somos uno con el Universo. Solo que la mayoría no somos consciente de ello. Lo malo es que quien es consciente de ello suele ser expulsado de todas las tertulias.

    Besitos

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    1. Y sobre todo quien pretende mostrar su conciencia individual frente una «conciencia» grupal nada universal, aunque con apariencia (como suelen ser algunos tertulianos jejejeje) Gracias por pasarte Ratonet y dejar tu comentario rápido y sin tiempo de reflexión jajajajaja no estás expulsado, por el contrario eres muy bienvenido a esta blog-tertulia 24/7 jeje la tarta y el café corren por cuenta del lector🐾

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          1. En el caso del «el expulsado» se cumplen las «reglas impuestas por una venerable» salvo en la última: «Algunos teóricos añaden la licencia de hablar mal de lxs contertulixs ausentes. Es la mejor manera (dicen) de que nadie falte a la cita ni de que se vayan antes de que termine la Tertulia»
            En la novela «Malas decisiones» de la cual hago el extracto, el ausente a la tertulia sufre otras consecuencias… y para el primer expulsado (que es caso al que me refiero en el texto) son terribles 🐾 (Esta nota la dejé en tu blog).
            El tema me pareció tan interesante que la desarrollé en «juego de historias: el expulsado» (a punto de publicarla) en donde el lector decide el rumbo del pobre Saturnino Segundo Molina el primer expulsado de EMCU jajajaja 😁🐾

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            1. Ese blog no estaba operativo según unas normas que sacó WordPress hace unos meses. Pero parece que han vuelto a cambiar las normas. Así que he aprobado tu comentario y he respondido.

              Otra curiosidad de las verdaderas tertulias es que todo el mundo tiene razón. El placer de la conversación no trata de tener razón sino de ver cuáles son los límites de nuestros razonamientos tanto para persuadir como conmover o deleitar.

              Aunque últimamente solo se ha quedado en persuadir.

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              1. Menos mal que WordPress volvió a cambiar las normas y lo tienes operativo de nuevo (vuelvo a pasarme por allí) 😁
                Es cierto que en las verdaderas tertulias se comparten gratos momentos. Es una lástima cuando se convierten en mecanismos para persuadir y, en algunos casos, para intimidar valiéndose del «poder» que le otorga el grupo 🐾

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  2. Hola,
    Rosa… El hecho de que cada uno tenga una opinión y no sea considerada, es de lo más cotidiano. Yo misma me he visto en esas. Pero claro, creo que roza también el cotilleo, el hecho de que se hable de ello con algún fin. Da lugar a comparaciones, divisiones y lo que es peor, nunca se acaba de saber quién dice la verdad o quién miente. Es cómo cuando alguien te llega con un cotilleo y te quedas a cuadros ¿Verdad? «¿Porqué este/esta me cuenta esto?» esas son las palabras exactas a decir en muestra de ese acto. Pero si se cree que algo es injusto… Uff !!! como en el relato, siempre habrá «Lo que cada uno/a quiera entender » que no es menos que,.. «Lo que quiera conseguir». En esta vida, todos somos inocentes pero a veces hay demasiada gente, que quiere ver mal a otras. No sé, ese club de lectura se perdió un giro inesperado para dar otro punto de vista. No se tiene que estar de acuerdo en todo. ¿no? eso creo yo. A lo mejor , yo no entiendo nada. Y estoy aquí diciendo barbaridades.

    Buen relato. Muy buena narración y además las imagenes acompañan con lo que lo hace armonía con el texto.
    Un saludo y un abrazo.

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    1. Bienvenida al grupo de los expulsados!!!!!😁 Yo también he sido «invitada» abandonar algún grupo jejeje 😁 por incompatibilidad. Y tienes razón, no siempre se está de acuerdo, pero eso no está mal. Pienso que es más interesante si hay diferentes puntos de vista en torno a un hecho. Lo terrible es cuando una persona o un grupo imponen su criterio. Allí abandonar o ser expulsado da igual (mejor es estar solo que mal acompañado) .
      PD No te respondí antes porque tuve que salir corriendo🏃‍♂️ al veterinario (nada grave, solo llegaba tarde a una cita de control de Julio😺) 😁🐾

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