Fin de jornada (relato corto)

Luego de largas horas al teléfono, de atender a un cliente detrás de otro, de repetir instrucciones y consejos en el intento de ayudarlos en sus gestiones online, mi vista quedó fija en una mota de polvo que flota en el aire. Un sonido beep anuncia la próxima llamada que debo atender. Alguien más al cual explicar que tiene que colocar su identificación con las letras en mayúsculas o el sistema del menú en las pantallas LFD profesional de 46 pulgadas, que están al servicio de las empresas para simplificar las gestiones, no lo reconocerán y por lo tanto el trámite no quedará hecho. En pleno proceso de la llamada me sorprende un aviso en la pantalla: «En treinta minutos debes presentarte en una de nuestras sedes. Saludos desde el departamento de RR. HH. Eres un gran activo para nuestra empresa. Gracias por tu labor».

Aunque me parece un fastidio tener que desplazarme, me preparo. Antes de abrir la puerta para salir, calzo el dispositivo en mi mano derecha. Contemplo por unos instantes el guante que soporta la fina pantalla flexible y los sensores de los dedos, la simulación de la piel es demasiado artificial. Con rapidez me coloco el auricular, que es muy grande. También en el lado izquierdo de la cara me pongo la lentilla, cuyo color no coincide con el de mi otro ojo.

En el exterior la niebla me envuelve y el filtro de la lentilla cambia. Mi ojo izquierdo ve el entorno con un tono naranja, el derecho en gris. Una suave voz susurra desde el auricular: “Índice de calidad del aire (ICA) 150. Contaminación dañina a la salud para grupos sensibles, pero a ti esto no te afecta. Así que puedes continuar. Faltan veinte minutos para la cita presencial. Cien pasos por minuto serán suficientes”. Me pongo en marcha. La lentilla dibuja sobre las calles una línea azul que muestra el camino.

A mi paso encuentro a varios que parecen seguir su ruta sin necesidad de las lentillas «¿Serán de la nueva generación? Creo que estoy viejo». Sonrío ante este pensamiento. Sin embargo reconozco que hay otros con más adelantos, más dispositivos que hacen su trabajo y su vida más fácil. No me puedo quejar, pero me gustaría tener mayor libertad de movimiento, de entendimiento y roce social. Me lo he ganado después de tantos años. Los cien pasos que me llevan a mi destino los he dado casi sin percatarme y al llegar al centro de la ciudad accedo a las calles cubiertas con una cúpula, solo luego de colocar mi mano derecha encima del torniquete y realizar el registro y pago correspondiente.

Camino unos pasos y la lentilla cambia el filtro hacia un tenue tono amarillento y escucho: “ICA 75 contaminación moderada. Faltan quince minutos para la cita presencial”. De pronto el ojo izquierdo pierde visión. Solo muestra un círculo que gira sobre sí mismo, el movimiento lento indica que se está reiniciando. Avancé un poco y me detengo en la plaza central. No sé cuál de las cuatro salidas debo tomar, así que espero que el dispositivo calibre y aprovecho para contemplar a mi alrededor con el otro ojo.

Observo que unos caminan con determinación. Confieso sentir envidia al verlos con sus dispositivos actualizados y con la estética de las nuevas versiones. Me doy cuenta de que otros están de pie, al igual que yo. Supongo que ellos también esperan instrucciones y me alivia comprobar que no soy el único con el dispositivo en el límite de la obsolescencia. La lentilla muestra el círculo que da vueltas cada vez más rápido. Antes de desesperarme y por curiosidad, me acerco a la primera salida de la plaza.

La proyección de unas imágenes sobre un bloque de concreto, llama mi atención. Parece una escena familiar. Camino hacia ella para verla mejor. Reconozco el rostro y la silueta de la directora de la empresa para la cual trabajo y de mis labios se escapa una sonrisa al distinguir a un pequeño animal que se mezcla entre las personas. Pensé, ¿será un perro o un gato? Me di cuenta de que no sé cuál es cuál.

—Se parece a los que aparecían en el documental aquel, el de los animales al borde de la extinción. Luego buscaré más información sobre ellos. —Fue lo que dije en voz baja, al mismo tiempo que lamenté no tener el dispositivo activo en este instante: —Me hubiese gustado saber sobre qué trata la proyección.

Volví al centro de la plaza, el círculo en movimiento se acelera hasta que, de pronto, el ojo izquierdo recupera el enfoque con un filtro verdoso. Escucho: “ICA 50. Buena calidad del aire. Te recuerdo que faltan diez minutos para la cita presencial”. Aparece la tenue línea azul encima de los adoquines del suelo en dirección a la tercera salida. Me apresuré, pero no pude evitar ralentizar el paso al llegar a la segunda salida. El colorido de los hologramas de famosos y artistas dispuestos a tomarse fotos con su público me pareció divertido. Me hubiese gustado detenerme más tiempo, sin embargo, el pequeño cronómetro en la parte inferior de mi visión izquierda indica que debo apresurarme. Miro la pantalla del guante de mi mano y pulso sobre el mapa, con el dedo anular, en el icono de quiero visitar. «Ya vendré en mi día libre» pienso con tranquilidad.

La voz en mi oído alerta: “¡Apresúrate! tan solo quedan seis minutos para la cita presencial”. Acelero el paso y ya en la tercera salida de la plaza avancé hasta encontrarme con otros que forman varias filas. La flecha azul señala cuál me corresponde.

Mientras espero, inicio una búsqueda en el navegador de la pantalla del guante. Me llaman la atención varios videos. Uno de ellos tiene el título: ¿Sabías que las labores que realizan hoy los ciber-canes, antes eran hechas por unos animales llamados perros? Pero el video es largo, así que, con el dedo anular le doy a reproducir al siguiente, que se llama: Perros y gatos: Sabias que los antiguos convivían con estos animales, antes de ser considerados inútiles para la sociedad. En ese momento escucho: “Faltan tres minutos para la cita presencial”. Miro al frente y hay seis personas por delante de mí, angustiarse ante la posibilidad de llegar con retraso no solucionará nada, así que continúo con mi video.

Al poco tiempo y con cierto malestar me doy cuenta que es mi turno, aún no he terminado de ver el video y lo dejo para continuar disfrutándolo más tarde. Camino, me coloco frente a la pantalla LFD profesional de 46 pulgadas y al iniciar el menú principal me solicitan los datos de identificación. Los escribo en letras mayúsculas. Después debo introducir los códigos de autentificación que llegan primero al guante, luego al oído y por último a la lentilla. Con sorpresa veo que la presidenta de la empresa ha grabado un mensaje en video para mí. Lo reproduzco. Aparece su rostro sonriente y dice: “Me complace hablar contigo. Hace mucho que trabajas con nosotros, sin embargo, es mi deber anunciarte que ya no continúas. No debes preocuparte. Una vez que te desconectemos, te recogerán en pocos segundos”. La imagen desaparece y mientras me apago observo el terror dibujado en los rostros de varios iguales a mí. Se alejan con discreción, algunos me dirigen un leve movimiento de manos a manera de despedida. Otros tan solo desvían la mirada. Algunas personas también se asustan y me evitan. Mientras espero a los especialistas que me van a desmantelar me consuelo a mí mismo al pensar que mi modelo Android fue útil por muchos años.





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14 comentarios en “Fin de jornada (relato corto)

    1. Hola Merche. Me temo que para los Androides es un posible final 😲 Espero que los humanos corramos con mejor suerte. Me alegro que te haya gustado. Gracias por el comentario. Un abrazo 🐾

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    1. Hola Cabrónidas. En un supuesto futuro (espero que muy muy lejano) los humanos a lo mejor compartan derechos y esclavitud laboral con las máquinas. Así la violación de derechos, la obsolencia y la obsolescencia quedarán repartidas. Gracias por el comentario. Un abrazo 🐾

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  1. ¡Hola, Rosa! Te prometo que hasta llegar al final no me he dado cuenta de que era un relato de SciFy, sino una de las escenas que veo cada mañana con esos zombies a su móvil pegados, delegando en ese aparatejo «inteligente» nuestras tareas, engañándonos con esa idea de que como todo está a un clic, no hace falta darlo ahora, ya lo haremos, pero ese «ya lo haremos» nunca llega porque para entonces cientos de informaciones habrán invadido nuestra mente haciéndonos olvidar aquello que queríamos buscar. Y así hasta llegar a la conclusión de que el futuro no es que los androides parezcan humanos, sino que los humanos parezcan androides. En mi caso aquí sigo, resistiéndome a usar el móvil, no sé cuántos humanos quedaremos a día de hoy. Fantástico y con enorme carga crítica tu relato. Un abrazo!

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    1. Hola David. Creo que desde hace un tiempo, algunas personas se han esforzado cada vez más por ser «universalmente perfectas» y se parecen (con sus rostros y cuerpos llenos de Botox) a unos muñecos tristes, pero iguales como si fueran hechos en serie y las voces que usan suenan huecas como una mala grabación. Mientras, los científicos se esfuerzan, cada vez con más, en fabricar robots con características humanas, capaces de «equivocarse» y hasta muestran (con gran satisfacción) los errores que son capaces de cometer.
      Creo que una vez más la ficción nos alcanzó antes de tiempo. No puedo dejar de recordar el mundo Bizarro de las historietas de Superman. Gracias por el comentario. Un abrazo 🐾

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  2. Cómo has ido dándole forma al relato hasta llevarnos donde querías, Rosa.
    Pensar cómo nos tomaríamos nosotros la situación y cómo se la toma el androide, ya es fuerte. Además, en ese futuro, ¿dónde estaríamos nosotros? ¿Cuál sería nuestro rol?
    Me produce un rechinar de dientes, parece “ciencia fricción”.
    Un fuerte abrazo 🙂

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    1. Hola Miguel. En el futuro no me imagino una lucha de «máquinas vs humanos». Aunque suene «extraño», pienso que estaríamos compartiendo espacio, trabajo y ocio con los androides, en igualdad de condiciones.
      Ya en estos momentos nos esmeramos por parecernos cada vez más a las máquinas (rostros, voces, vocabulario). Además, ya muchas personas realizan sus trabajos utilizando la IA para que este sea «universal» y «políticamente correcto» . Entonces ese sería el camino lógico que nos espera. Aunque conociendo al humano no sería raro que con el tiempo, le echaran la culpa a los androides por parecernos a ellos y los destruyeran. Entonces ¿volveríamos a la edad de piedra o llegará Terminator T-800? 😁 Gracias por el comentario. Un abrazo 🐾

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  3. La lentilla, el guante, los avisos que va recibiendo, todo me lleva a pensar que es una historia de ci-fi, nos dice que su dispositivo está al límite de la absolescencia, pero cuando se interesa por el vídeo, me encanta, quiere saber más de los perros o gatos que él no distingue. Es tan emotivo. Y luego, ese final. ¡Qué triste!
    Qué bien escrito, Rosa. Te felicito. Un placer leerte.
    Un abrazo!

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  4. Qué miedo, qué cosas raras siento cuando me enfrento a todo esto que estamos viviendo. Porque sí, algo así nos está pasando y la cosa sería… ¿Hasta dónde?

    Super bien narrado Rosa.

    Estaba escribiendo comentario y no sé qué fue de él (por si te llegan dos).

    Muchas felicidades, un abrazo 🌹

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    1. Hola Maty. No debería asustarte el futuro porque todo evoluciona hasta que se desarrollan otras cosas y no todo es negativo, hay nuevas cosas que son interesantes . Recuerda que el humano sabe encontrar salidas. Por algo se dice que el que inventa la ley hace la trampa 😁
      Gracias por tus palabras (solo me llegó un comentario). Un abrazo 🐾

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