En la noche encendió el televisor y al pasar los canales se sorprendió ver a las mismas personas que repetían lo ya dicho. La apagó, preparó la cena, comió. Al rato volvió a encenderla, era un miembro de la familia que no podía permanecer en silencio tanto tiempo. Entre programas de entrevistas y viejos film, que ya no le interesan, terminó en las noticias. Las imágenes y palabras del día anterior se repetían. El anuncio de titulares lo mantuvo atento por un rato, pero al ver que no se desarrollaban, la apagó otra vez. Pensó «no tiene sentido desvelarse por algo que ya he visto».
A la mañana siguiente, como era su costumbre, la encendió. Las noticias comenzaron igual al día anterior y de pronto le pareció escuchar algo repetido: las mismas palabras de la mañana, la tarde y la noche del pasado día. Se dispuso apagarla y nuevos titulares llamaron su atención, pero al ver que no los desarrollaban pensó: «no tiene sentido perder un instante más en algo que ya he visto». Pulsó el botón rojo. A los pocos minutos recordó que un miembro de la familia no puede permanecer en silencio tanto tiempo, lo volvió a encender. Salió y dejó que hablara solo.
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