Camina por las calles cotidianas en dirección a la estación del metro, en el andén se encuentra a personas desconocidas que expresan diferentes emociones. Les echa un vistazo con precaución mientras copia sus gestos, con pasos pausados entrar al tren, se acomoda en el primer puesto que encuentra.

Fija su mirada penetrante en una mujer sentada enfrente, en el rostro de ella reconoce los rasgos socialmente alcoholizados de sus superiores, a su memoria llegó la conversación de esa tarde:

«Debes esforzarte para poder cumplir con los objetivos, es lamentable tu actitud. —le dijo uno de los superiores en una reunión privada, en la segunda evaluación. —Si por ejemplo te decimos que el círculo tiene tres ángulos ¿Por qué discutes, por qué lo cuestionas? Es simple, te pagamos el sueldo y si afirmamos que el círculo tiene ángulos, ¡pues lo tiene y ya! ¿Por qué te gusta tomar el camino difícil?» concluyó su superior con aire de conciliación antes de pedirle que regresara a sus funciones.

La mujer empieza hablar con el móvil en susurros, su voz borra las imágenes de su mente. De vuelta a al momento presente endurece la mirada y sus labios dibujan una línea recta como si quisieran responderle a ella lo que no fue capaz de decir a sus superiores. Ella siente el fuego de sus ojos y se enrosca en sí misma con movimiento rápido, centra todo su cuerpo y energía en evitar aquellos ojos, así que, finge un interés desmedido en la conversación que tiene a través del móvil pero no puede apartar esa mirada inquisidora hasta que, con un brusco movimiento, se levanta para alejarse presurosa. Él no sabe si sentir alivio por haber perdido de vista a esa mujer o por haber llegado, tan solo comprende que debe bajar del metro para llegar a casa.

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