No somos un juguete ni una mercancía (relato corto)

No supe por qué me separaron de la camada, ni cómo llegué a esa caja. El miedo se apoderó de mí y esperé con ansias escapar de ese oscuro lugar. Sin embargo, al salir, sentí pánico al observar tantas patas largas de diferentes tamaños persiguiéndome. Corrí, pero fue en vano. Lograron alcanzarme. Entre gritos, trasladaban mi cuerpo de un sitio a otro. Los rostros que logré identificar, me miraron de manera extraña y ante el ruido ensordecedor, me desmayé.

Al abrir mis ojos, encontré una mirada amable que me ofreció agua y algo de alimento. Seguía sin comprender lo que ocurría; sin embargo, el hambre y la sed pudieron conmigo y accedí a los deseos de ese ser. Comí, tomé un sorbo, hasta que volvieron los gritos y las extremidades regresaron para pasear mi pequeño cuerpo de unas a otras. No supe cuánto tiempo transcurrió, para mí fue interminable. Por alguna razón, al cabo de muchas horas, las patas largas se marcharon y sentí alivio al pensar que mi agonía había terminado. Después comprendí que mi calvario apenas comenzaba.

Amaneció. Exploré por ese lugar, me alegré al encontrar comida y agua. Hasta que las patas largas volvieron hacia mí y con ellas el temor. Unas diminutas extremidades me agarraron por el rabo y de mi cuello amarraron una campana que me atormentó, no podía moverme porque su sonido se multiplicaba en mi interior. Luego comenzaron a ponerme cosas extrañas en mi cuerpo. Escuché de nuevo gritos y traté de huir, pero esos objetos me aprisionaban y no pude llegar muy lejos.

Pasaron varios días que viví rodeado de gritos, cambios de objetos que cubrían mis pelos, hasta que una voz de las patas largas decidió quitar todas esas cosas, desamarró el sonido de mi cuello y fuimos en algo muy veloz a otro lugar. Allí me dejaron. Respiré profundo, aún no escuchaba bien. Sin embargo, pude apreciar que el oscuro y sucio sitio en donde me encontraba se movía a gran velocidad y producía un ruido mayor al que había escuchado en toda mi vida. A los pocos instantes sentí una presión muy fuerte en mi cuerpo. Luego no vi ni escuché nada. La imagen de mi madre me vino como en un sueño. Cerré los ojos y nunca más los volví abrir.

El rey de los gatos me recibió al final del largo y turbulento viaje. Allí supe que el cumpleaños de Laura debía celebrarse con toda la pompa que se merecía. Sus padres decidieron darle el mejor regalo que una niña podía desear y al no poder comprar un cachorro, pidieron uno en adopción:

—Es para nuestra hija. Cumple seis años y escuchamos que, para mejorar su actitud con los demás, es bueno que tenga una mascota. Ella debe aprender a ser más sociable.

Lo que los padres de Laura no supieron nunca es que los gatos son seres vivos que tienen derecho a ser tratado con respeto y amor. No son un juguete, ni una mercancía, como tampoco son un medio para obrar milagros en la conducta del humano.


En nuestra campaña #AdoptaUnGato que realizamos Todo Para Tu Gato y yo, hemos seleccionado una serie de frases para motivarte a la adopción. Este relato es parte de la frase #X. Parte X.

Comparto con ustedes el hermoso relato que Todo Para Tu Gato publicó en su blog:

Ni juguetes ni mercancías

Cuando en su vida jamás ha tenido ningún animal de compañía, ni ha sentido la compañía, ni el cariño, ni el amor que le dan; es posible que lo vea como un objeto más. Y si encima esa persona tiene un alma miserable, lo puede ver como un juguete o una mercancía; la cual puede explotar, haciéndolas parir para enriquecerse… Seguir leyendo




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4 comentarios en “No somos un juguete ni una mercancía (relato corto)

  1. Hola, Rosa.
    Un relato magnífico que ilustra perfectamente el significado de ese título.
    Cuando se habla de este tema yo siempre suelo decir lo mismo. No todo el mundo está preparado para tener una mascota. Los animales necesitan cuidado y atenciones especiales. No debería ser tan fácil que estos terminen en las manos de cualquiera.
    Evidentemente, lo del regalo infantil o herramienta terapéutica me parece una grandísima locura.
    Un Abrazo.

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