Hipocresía, pasividad, violencia
Entre bocanadas de humo me vi en El Nile Hilton aunque en realidad estaba en un cine en Sevilla. Tarik Saleh (director del film) me hizo pensar en cómo las personas a veces por apatía, por comodidad o simplemente por costumbre, son cómplices de situaciones sociales complejas y desfavorables. Con sus actuaciones sirven como avalistas de demoledores procesos sociales.
El guión (también de Saleh) está enmarcando en el estallido social de Egipto en el 2011 y se inspira en el caso real del asesinato de la cantante libanesa Suzanne Tamim a manos de un alto dirigente en el año 2008. Con un policía corrupto compartí esa tarde de primavera mientras él me paseaba a través de las grietas de una sociedad descompuesta. Él hacía su trabajo, o eso pretendía, al realizar la investigación de un crimen, una cantante pop había muerto mientras yo comía palomitas y observaba a Salwa (Mari Malek), una asustada testigo que debía ser protegida.

Con todos los elementos de la novela negra este thriller nos muestra a Noredin (Fares Fares), protagonista deprimido, que actúa acorde al entorno y que sólo empieza a cuestionarlo cuando se ve afectado con el desarrollo de la investigación que no debía realizar, manteniendo en el transcurso de dicha averiguación una actitud cómplice cargada de abuso policíaco y corrupción. Se desenvuelve como quien piensa que sus actos no tienen trascendencia, sumándose al caos general pretendiendo ser inocente. Un detonante muy sutil, tan débil que casi pasa desapercibido, hace que se interese por conocer la verdad de ese asesinato. A medida que la investigación transcurre despierta y toma conciencia de la magnitud de la realidad en la que él ha formado parte sin saber muy bien qué hacer para remediar la situación. Su toma de consciencia es tardía e inútil dejando un sabor incómodo de desolación, de frustración.
Me llamó la atención el tratamiento que le da al uso del tabaco, elemento indispensable en la novela negra clásica y que en esta oportunidad está tratado con tal agudeza que casi se convierte en un personaje secundario. Son ofrecidos en las diferentes escenas entre los personajes como si no tuvieran fin. Es el compañero fiel del protagonista que los encuentra en diferentes sitios sin que estos se terminen, sólo cuando se ve cercado por las circunstancias y comienzan sus dudas, es cuando se le acaban y debe comprarlos. El film transmite olor a tabaco, a desorden, caos social.
En la trama las secuencias de extorsión, prostitución, asesinato y componendas entre poderosos ocurren al mismo tiempo que el director nos dibuja, con pinceladas muy precisas, una población en plena ebullición donde podemos ver la subsistencia caótica de sus calles, el submundo de los emigrantes, la vida en las alcantarillas, el poder del débil y del poderoso, el abandono de sus habitantes al yugo de los más ambiciosos, en contraposición con el lujo desbordado de los altos mandatarios. Esta información la transmite de forma rápida, sin ningún tipo de accesorios a través de la excelente fotografía de Pierre Aïm ayudándonos a visualizar el conjunto de una colectividad inmersa en laberintos. Las imágenes aparecen de forma repentinas para luego desvanecerse en otras como bofetadas. Me recordaron las obras hiperrealistas del artista estadounidense Richard Estes por lo minucioso del testimonio gráfico y por lo cercano a ellas.
La narrativa de la historia es lineal, muy racional y desprovista de efectos emotivos. Hábilmente mezclada con imágenes de la vida cotidiana, que el director nos muestra de forma imparcial, es una abrumadora existencia que nos golpean sin palabras, dejando que nosotros, los espectadores, seamos los que aportemos o no la emotividad a esas imágenes. Para algunas personas que busquen una película de más acción este relato les pudiera resultar lento y extraño ya que está planeada en la actitud deprimida, carente de planes futuros de la mayoría de los personajes, siendo esto parte de su encanto.
Es un thriller que vale la pena ver no sólo por las actuaciones, que son excelentes, también por la fotografía, la música, que se van integrando con sutileza envolviendonos hasta hacernos partícipes de ese contexto que traspasa los límites de la referencia relatada sobre un hecho concreto. Se puede identificar en cualquier población o conjuntos de personas que actúen, igual a Noredin, obviando el entorno acomodándose en él. De esas acciones que todos conocemos pero que no hemos dejado de ser simple espectadores hasta que ella misma nos golpee de tal forma que nos quedemos sin respuestas. Todo esto lo pensé de camino a casa y quise compartirlo, me siento en una historia distópica, solo que no es ficción…
No pasa el Test de Bechdel ❌