Esta rueda de hámster que es nuestra vida tiene varias formas de funcionar y a pesar de estar inmersos en una actividad «productiva» constante, nuestra mente se queda vacía de sentido muchas horas al día. Existen vías de escape que nos permiten sondear formas para llenar ese vacío, pero a su vez esto se alzan como una necesidad más: Vida sana, aficiones, relaciones… También convertido en algo medible, cuantificable y objeto de valoración. Unidos por internet y los mercados, separados por la sobrecarga de actividades, generalmente multi tareas a realizar.
Lo inmediato, rápido y eficiente tiene que cumplir esa especie de «estándar de calidad social» que aceptamos, al igual que el destino de lo que se puede hacer, y seguimos fielmente ya que en cierta medida es lo que nos permite seguir adelante e identificarnos dentro de la pluralidad de opciones.

Cumplir con la vida de pareja según las «cosas que hagan las parejas», la vida familiar, los hijos y el hogar, cada cual con su rol y la reproducción de su lugar en la foto. Luego está el trabajo que realmente es el eje principal de nuestra vida adulta: mantenerlo es un imperativo, sobresalir es algo deseable, disfrutarlo es un mero accesorio.

El trabajo es el que evita que seamos expulsados de la sociedad, caigamos en aquello que llaman exclusión social, que nos marginemos o nos convirtamos en homo sacer (como lo llama Giorgio Agamben en Homo sacer: el poder soberano y la nuda vida), es decir en una vida a quien cualquiera puede dar muerte, pero que a la vez es insacrificable.
Otra cosa que nos puede salvar de esta indeseable categoría es la comunión en las «originalidades» es decir, pertenecer a subculturas (compartir ciertas peculiaridades y actitudes con carga emotiva/subjetiva que tiene relevancia/sentido únicamente para sus miembros) o a grupos de entendidos en ciertos temas considerados por el común de las personas como temas excéntricos, raros o infantiles.
Fieles a la era o período histórico que nos ha tocado vivir, solamente nos interesa el presente. Con la renuncia a las utopías y a la idea de progreso de conjunto nada es duradero, tampoco lo serán nuestras preocupaciones existenciales, sin embargo queda la herencia de la apuesta individual, la llamada «superación personal» de mediados del siglo XX. Para poder estar «a la altura» de lo que nos exigen las modas sociales y la globalización en sí, nos llenamos de actividades, objetivos y propósitos que nos guíen a la «felicidad» sin que seamos muy consciente de lo que eso signifique. Lo que incuestionablemente es deseable y perseguible es el pasarlo bien sea cual sea la circunstancia. La felicidad se mide por lo bien que se ha pasado y lo que sea, ha evitado el «pasarlo mal».
Pasarlo bien es el imperativo actual, dentro de nuestra nueva forma de percibir el mundo tan cerca en nuestros Smartphone y tan lejos en la contemplación y el entendimiento de la humanidad. Pasarla bien significa mirar para otro lado, aceptar el destino de lo que puedo hacer y seguir adelante buscando refugio en la «diversión» Pero como humano que somos necesitamos un por qué, un sentido para lo que hacemos.

Nuestra percepción lejos de agudizarse se ha debilitado, podemos atender muchas cosas a la vez siempre y cuando sea mecánica, efímera y repetitiva. Necesitamos que todo sea rápido y fácil para poder cumplir con esta forma de interactuar con el mundo. Necesitamos un universo que nos explique, nos envuelva y nos transporte a vidas diferentes, con emociones y acciones de algún otro que si se atreva. Necesitamos historias de series que se resuelvan en ocho, diez temporadas que vemos en maratones de horas y horas mientras hacemos otras cosas, twittear lo que se ve, por ejemplo, pero que sean fáciles, que nos las hagan pasar bien y no pasen el lumbral de nuestra poca tolerancia al aburrimiento ni a la poca atención que podemos/estamos dispuesto a entregarles.
De allí la necesidad de series de muchas temporadas con capítulos auto concluyente que hacen se consuma como una necesidad y la muerte lenta, pero no definitiva, de historias auto concluyente de dos horas del cine o de un libro que requiere te imagines y lleves el hilo que pierde si contestas un WhatsApp mientras lees.

Por otro lado, lo importante es consumir, la cantidad que será proporcional a la eficiencia que tengas como consumidor. La necesidad de sentido no la satisface tal o cual universo concreto, el de un autor o director concreto, sino en el que ese director /autor haya encontrado.
Lo que satisface el sentido particular de un gran grupo es la sensación de pertenencia de afinidad en algún tema concreto con otros seres humanos que están entendiendo lo mismo, esas «originalidades» que buscan definir lo que se hace y el por qué se hace. Centrando estas cuestiones en ese «pasarlo bien» que ni siquiera roza las grandes cuestiones personales y que es piedra angular en la idea de felicidad de estos tiempos, que a su vez incluye tener cubierto todo lo que «se supone» y lo pongo así, porque dependerá de la burbuja de «originalidades» que se haya escogido estar y que será la que dicte la norma.