Revisa la App y aún faltan 10 minutos para el próximo autobús. Camina despacio. Al pasar frente al café en donde suele merendar recuerda el último domingo que estuvo allí y como no necesitó expresarse con palabras, sólo con mirar al camarero éste supo lo que debía servirle.
Con el agradable recuerdo de la tarta de chocolate en la boca se sube al autobús. Una vez sentada contempla, a través de la ventana, como la tranquila mañana amenaza con nublarse. En su cabeza revolotean antiguas imágenes, en un breve repaso de su vida y el nudo en la barriga se acentúa. Se pregunta a sí misma si el malestar es producto de los nervios por lo que va a emprender, por revivir viejos recuerdos o por ambas cosas. No lo sabe con certeza. Igual, su estómago siempre está anudado.
Al cabo de unos minutos su mente llegó a la tarde del 30 de diciembre, cuando se sintió capaz de darle un vuelco a su vida al comprender que tenía que cambiar. Ese domingo estaba distraída entre los bocados de tarta, el café y las notificaciones del teléfono móvil. Leía las publicaciones del grupo abierto que desde hacía un tiempo seguía como visitante silenciosa, sin comentar ni reaccionar, pero atenta a todos los detalles. Notó que dentro de los buenos propósitos de año nuevo hubo una publicación con un consejo para empezar el siguiente año que se repitió en mil imágenes, tipografías y perfiles diferentes:

«Terminar el año con nuevos propósitos para el siguiente hará que todo sea más fácil«
Pensó que ella también podía comenzar a elaborar su proyecto de vida y a pesar que aquellas palabras la armaron de valor no se atrevió a trasformar la idea que le vino a la mente en un comentario en la publicación. Temió que al llegar a casa los hermanos le quitaran el móvil y lo leyeran, lo que inevitablemente asegurarían burlas hacia sus ideas y un mal rato para ella. Se vio a sí misma restándole importancia a los chistes sobre ella que los hermanos acostumbran hacer con total impunidad, a pesar de que le ha pedido en muchas ocasiones que se abstengan de ridiculizarla. Pero pronto su mente volvió al futuro, a los proyectos.
De vez en cuando levanta la vista para ver el trayecto y comprobar que aún queda camino por recorrer. Recordó aquella mesa del café y su búsqueda sobre cómo elaborar los propósitos. Los reconocidos como personas inteligentes por los integrantes del grupo sugerían escribirlo en un papel, lo que le pareció muy bien porque llegado el momento podría esconderlo o tirarlo si fuera necesario. En aquel autobús pocos notaron la sonrisa silenciosa que escapó de sus labios cuando recordó lo absurdo que debió parecerles a las demás personas del café verla vaciar el contenido de su bolso sobre la mesa de aquella forma ¿Qué buscará tan ansiosa? Se habrán preguntado.
Aquella tarde del treinta de diciembre nadie podría adivinar que buscaba algo para escribir. Ni su decepción al encontrar solo un bolígrafo, pero ningún papel sobre el cual plasmar su propósito, lo que consideró una mala señal. Recuerda haber recogido sus cosas y devolverlas al bolso con nerviosismo, dejar el bolígrafo entre sus dedos y tomar una servilleta como soporte para sus ideas. En aquel momento ni en este, se percata que sus decepciones no la han abandonado, solo se disfrazaban de resolución.
Con la mirada fija en la ventana ve pasar los edificios y solares vacíos de la zona industrial. El autobús va a una velocidad moderada por autopista y sin hacer paradas aún, las hará cuando llegue a la ciudad. Mientras, Carmen continúa con la reconstrucción mental de aquel domingo en el que plasmó sus propósitos en una servilleta.
Se vio con el bolígrafo en la mano, la servilleta colocada como una hoja de apuntes y el cuerpo inclinado a la espera. Recuerda con un poco de vergüenza desear que alguien más respondiese las preguntas que revoloteaban en su mente: «¿Qué se puede escribir en una lista de propósitos de año nuevo: lo bueno que deseo para mí o para los demás; lo que quiero o lo que debo realizar?». Así que, buscó de nuevo alguna publicación del grupo que la ayudara a salir de dudas, pero se preguntaban y respondían con seguridad, los planteamientos eran serios por lo que no supo cómo intervenir. Reconoce para sí misma el haber pensado que se reirían de ella si escribía sus dudas «me tomarán por tonta», por lo que dejó el móvil en la mesa y miró al infinito hasta que el ritmo de una canción lejana la obligó a prestar atención a la voz melódica que la acompañaba.
El fragmento de canción que había escuchado por casualidad dio la clave para sus respuestas. Así que la había descargado en el móvil. Esa mañana tan importante para lo que debía ser su nueva vida quiso volver a ella en búsqueda de inspiración. Con un poco de dificultad se dispuso a hurgar dentro de su bolso, lo hace con discreción para no molestar la plácida siesta que disfrutaba la persona sentada a su lado, quien tiene medio cuerpo recostado de ella y media pierna en el pasillo. Logra sacar del bolso los auriculares para conectarlos al teléfono y escuchar de nuevo:
“♫ ♪ Caer está permitido y levantarse es obligado
No tires piedras al vecino si de cristal es tu tejado
Perro que ladra, no te asustes, nunca te morderá
Que con la bendición de tus ancestros llegarás ♪ ♫”
Fragmento de la canción Madre Tierra (Oye) Interpretada por Chayanne (2014) forma parte del álbum En todo estaré. Género: Urbano latino, Pop, Sertanejo
Revive cómo había prestado atención aquella letra y comenzado a escribir despacio, a la vez que sus ideas se aclaraban. Recordó haber leído en las publicaciones que necesitaba apuntar también los diferentes pasos para lograr lo que se propusiera y el largo rato que estuvo con su escritura.
El autobús anuncia una parada cercana y al poco tiempo se detiene lo que la saca de los recuerdos para devolverla al momento presente. Ya está cerca de su parada. El durmiente de al dado se ha despertado he incorporado en la silla como los demás, lo que le da comodidad a Carmen para guardar sus auriculares, el teléfono móvil en el bolso y asegurarse de llevar consigo aquella servilleta con sus propósitos escritos. Da un repaso a la lista, la dobla con cuidado y decide guardarla en el bolsillo de su abrigo antes de pedir paso y acercarse a la puerta de salida del autobús. Ya en la calle nota su andar apresurado, tropieza con sus propios pies varias veces antes de llegar a su destino.
Frente a la puerta de aquel edificio bajo, pero imponente, introduce su mano en el bolsillo para apretar la servilleta con fuerza y sentirse así más segura al tocar su nuevo amuleto de la suerte. «Lo logré por mí misma. Las primeras semanas de enero con las pruebas de selección han sido duras, pero han valido la pena. Mis propios pasos me han dirigido a este lugar en donde comenzaré a trabajar por primera vez en mi vida» Con esos pensamientos alimenta su seguridad antes de pasar por la entrada principal de la empresa.
En la imponente recepción se identifica, le piden que espere. Al poco tiempo escucha su nombre “Carmen M. Sosa” y un escalofrío recorre su cuerpo, sin sacar la mano del bolsillo se apresura a cruzar la puerta que le indican.
Está feliz porque su lista de propósitos funciona.