Regresó a casa de sus padres y esa tarde fue igual a todas, parecía que nada hubiese pasado. Él y su «amigo» se refugiaron en la habitación, cerró la puerta con llave, dejó de nuevo a sus padres con sus reproches. Bram estaba algo hambriento, deseoso de hablar, pero también con ganas de escuchar sobre el día de Aarrnino, como acostumbra llamarlo.
Solos en la habitación Saturnino Segundo le habló de la escena durante el café de la mañana «estaban critican que critican a uno por un informe y de golpe saltaron ¡que me faltaba una novia..! porque y que ¡no se vestirme! qué tontería»; le comentó lo extraño del comentario de Víctor: «Cuando te des cuenta que todos necesitamos ayuda y estés preparado para enfrentar tus miedos, búscame. Sabré escucharte» dijo y exageró el tono grueso de la voz de Víctor mientras reía.

Aarrnino hizo alusión al interés de Anier «como si le importara» decía entre carcajadas. Saturnino Segundo conectó los altavoces al móvil para compartir su canción…
🔊 …A la sombra en el oasis ♫ que me inventé..♪♪
…Mientras repetía las palabras de Anier mezcladas con sus impresiones sobre lo ignorado que se sintió «¡como si hablara con la pared!», luego comentó con detalles cómo ella le prestaba más atención al móvil que a él.
Su monólogo lleno de reproches y temores no permitió que Bram participara de forma activa. Supo que sólo podía opinar al terminar Aarrnino, así que se lo tomó con calma y posó de tanto en tanto su mirada sobre el aturdido Saturnino Segundo, quien repetía entre una queja y otra querer sacar de su cuerpo esa mala sensación de «tener cara de mantenido»
Dijo más cosas sobre su jornada. «Transcurre con más pena que gloria, querido Bram». Dentro de su conversación, dejó claro el deseo de encontrar una salida por sí mismo, «Prudencia» fue lo que dijeron las barajas le recordó Saturnino Segundo.

Bram utilizó ese lenguaje cargado de sensualidad, que solo ellos dos entienden, para hablar con Saturnino Segundo. Aarrnino interpretó estos gestos como un mensaje de confianza.
—Confiar más en los propios criterios… ¡esa es la precaución! —dijo Saturnino Segundo emocionado por esa conclusión. —Tienes razón Bram, lo de hoy fue muy sospechoso.
Luego de una larga reflexión con teorías varias sobre la prudencia y la responsabilidad personal llegó a la conclusión que no era necesario irse de inmediato. «Además mis padres están al tanto de que no puedo asumir gastos extra» continuó Saturnino Segundo ante un Bram que empezó a cansarse de tanta charla. «Sí, sí nos echaron, pero ya sabes cómo se ponen… hablan pero no es en serio, además podemos llegar a un acuerdo amistoso con los de esta casa, al fin y al cabo son mis padres»
Aprovecharon la repentina calma que reinó en el salón-comedor para hacer proyectos de mudanza: un piso pequeño, cómodo, con grandes ventanas para regocijo de Bram y cercano al trabajo… y así con esa fantasía en mente, se quedaron en silencio. Saturnino Segundo escribió como pudo esos deseos sobre varias hojas de salvia. Aunque no habían pasado los tres días que marca el ritual para saber si se cumpliría o no la última petición, sintió que esta vez debía concretar más, ser más específico y esperar que durante al menos una noche se soñara con ella, para que se cumplieran los deseos sin lugar a dudas. Luego puso algunas hojas debajo de su almohada, otras irían a la almohada de Bram de donde hubo que retirar la hoja de la noche anterior, la enterró en una maceta para neutralizar el efecto.
La visión de una abeja a través de la ventana lo confundió: «seguro que ese animalito me sigue, o los problemas me agobian» se dijo para sí mismo Saturnino Segundo segundo antes de que su madre tocara a su puerta. Era la hora de la incómoda cena.

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