Al recibir la inesperada visita de Manuel, se produce un mutismo en la familia Sosa. La madre pide que vayan al comedor para disfrutar de una improvisada cena. Allí se dirigen acompañados del denso silencio, que permanece presente como un invitado más.
Ya en torno a la mesa, la voz impetuosa de la madre ahuyenta al invitado invisible y comienza el barullo. No desea esconder su enojo al decir:
—La boda se debe celebrar dentro de mes y medio. Tiempo suficiente para realizar todos los preparativos.

Manuel intenta decir algo, pero la señora Sosa con un gesto le indica que no ha terminado de hablar, interrumpe su acción y él permanece en silencio, mientras ella prosigue: —No puede realizarse antes, porque las personas van a pensar que te casas embarazada —Mira con atención a Carmen y sin esperar respuesta continúa —No quiero rumores de ese tipo en mi familia.
Uno de los hermanos hace un gesto para pedir la palabra y con un tono de voz excesivamente alto, le explica a la madre: —Las tarjetas se tienen que mandar a imprimir mañana, tengo entendido que tardan una semana en entregarlas.
—Esta misma noche las diseño. —Se levanta, busca papel, lápiz, se los entrega a Manuel mientras le ordena: —Anota aquí tus datos: nombre y apellidos completos, los de tus padres y no sé qué más será necesario, pero tú apunta, escribe todo lo que se te ocurra que después yo escojo lo que considere —Al advertir la cara de asombro de ambos y al darse cuenta que van a decir algo, se adelanta y continúa con su voz seca —Carmen te puede ayudar. —Observa un leve movimiento y sin darles tiempo a réplica les dice —Terminen de comer, por favor, no es imprescindible que lo escriban ya.
Carmen M. Sosa y Manuel se miran perplejos, ella aparta el papel y el lápiz, le comunica algo que nadie escucha porque la frenética conversación de ellos no ha parado. En las pocas ocasiones que interviene el padre, la madre lo manda a callar, bien con un gesto o de forma directa: «Cállate, eso es una tontería» «No vuelvas a interrumpir para decir semejante bobada» y otras expresiones parecidas que horrorizan a Manuel, quien comprende mejor las quejas y comentarios que Carmen le ha confiado durante todos estos meses. Ahora más que nunca está decidido ayudarla a salir de ese ambiente. «Demasiado dañino, así es imposible levantar cabeza».

La algarabía de la madre y los dos hermanos hacen que sea casi imposible que Manuel y Carmen intervengan en la conversación que está muy avanzada en los preparativos de la boda, tanto que ya comienzan a organizar la luna de miel.
Carmen M. Sosa en un arranque desesperado por hacerse oír, da un golpe en la mesa con el puño de su mano y corta el bullicio:
—Hemos dicho que nos vamos a casar, pero no hablamos de realizar una fiesta.
El denso silencio vuelve a sentarse junto a ellos. Las miradas de los hermanos se cruzan en varias oportunidades con la de la madre. El padre permanece en pausa, su cabeza inclinada parece observar de forma compulsiva el plato de comida que sigue intacto. Al cabo de unos minutos, la señora Sosa se levanta con lentitud, va a la cocina y trae una jarra. La pone en la mesa. El aire está tan cargado que se puede cortar con la pluma de un ave. Al sentarse, cuida sus movimientos y con estudiada delicadeza sirve agua en su vaso. Antes de tomársela habla en un tono bajo, pero no por ello menos siniestro que los anteriores:
—Carmen, deja de decir tonterías. La boda se va a celebrar tal cual la hemos organizado tus hermanos, tu padre y yo.
—Pues no, quien se va a casar somos Manuel y yo y no queremos una fiesta. Si nos hubieran escuchado sabrían que pensamos en organizar una comida en un restaurante. Solo la familia y nosotros dos. —Termina de decir Carmen extenuada y perpleja al pronunciar tantas palabras sin ser interrumpida.
Carmen no ha terminado de hablar cuando la señora Sosa se levanta con tal ímpetu que la silla cae al suelo, con el pie la empuja para desplazarse con más comodidad y se dirige hacia ella. Todos permanecen expectantes. Manuel sin pensarlo se pone de pie, se interpone entre ellas. La madre ve en el rostro de él señales de reto y de forma amable, con un tono casi dulce, pregunta:
—¿Y para cuándo piensan celebrar el matrimonio?
Manuel, desconcentrado balbucea algo indescifrable y Carmen interviene:
—Lo más pronto posible.
Esta intervención de Carmen le permite recomponerse y ya más tranquilo dice, con un tono jovial y alegre:
—Si nos casamos ante un notario, en dos semanas estaría todo listo. Por el costo no hay problema, yo me encargo de ello. Mañana Carmen y yo vamos a la notaría y comenzamos los trámites, así que para dentro de quince días, aproximadamente, podemos celebrar la boda. Lo ideal es que sea un viernes.
El denso silencio es cada vez más patético y Manuel trata de romperlo:
—Usted, señora Sosa puede escoger el restaurante y el menú. Yo corro con los gastos.
La señora Sosa que busca las palabras exactas para expresar su ira, lo mira con desprecio y dice:
—¡Sin fiesta no es válido el matrimonio! Deben entender que el tipo de fiesta, la cantidad de invitados, todos estos elementos son las señales que indica a la sociedad el tipo de familia que somos y cuál será la que ustedes van a formar. Celebrar un matrimonio con una cena en un restaurante, ¡por favor! como si fuéramos unos indigentes —Continúa sin dar respiro a Manuel ni a Carmen que están aterrados ante su agresividad. —¡Si pretenden construir sus vidas así, es mejor que hoy mismo te vayas de la casa! ¡Con éste! —Mientras pronuncia estas palabras, camina en dirección a la habitación de Carmen.
Desde allí llama a los hijos y entre los tres sacan las pertenencias de ella. La amontonan en el salón ante la pasiva actitud del padre que tan solo atina a decir «Calma mujer, no es para tanto».

La pareja comprende que no es posible un diálogo, recogen las pertenencias que quedan apretujadas en bolsas sobre el sofá y Manuel llama a un taxi. En silencio se marchan.
Que situaciones más alocadas…
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Hola Oswaldo. Así es la vida de Carmen M. Sosa, llena de altibajos…🤨 Un abrazo 🐾
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