¿Tenías la taza marcada?

—¿He dejado restos del carmesí de tus labios o … alguna marca en el borde de la taza? —preguntó Saturnino Segundo en un tono jocoso.
—No, la has limpiado muy bien —dijo ella con una sonrisa.
Saturnino Segundo, inmerso en esos ojos que se abren y cierran, escucha:
—Sé lo has regresado con la misma taza, el mismo café. No quiero ser grosera, pero me aburren estos juegos —Y sin abandonar su coquetería estudiada continuó— Mejor vamos al grano. ¿Te parece?
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¿Eres adivina?

—¿Eres adivina? —preguntó Saturnino Segundo entre nervioso y divertido.
—Un poco sí —respondió ella con una risita en apariencia nerviosa. —Veo que te gusta poner a prueba a las chicas.
—No… no es eso —dice Saturnino Segundo, incómodo ante su descarada coquetería. —Se trata de un juego que acabo de inventar —concluyó a manera de excusa.
—Está bien. Regresas con la misma taza, el mismo café, vale. Yo estoy aquí para jugar a lo que tú quieras —dijo ella con una sonrisa y dos pestañeos de ojos.
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¿Cómo lo supiste?

—¿Cómo supiste que te traje la misma taza, siempre eres tan observadora? —preguntó Saturnino Segundo en tono divertido.
—Solo si siento un extra de dulzura —responde Lucía con una coquetería estudiada. —Te explico: Al café que te llevaste ya le había puesto la bolsita de azúcar. Al traerme el supuesto «nuevo café», también le puse azúcar y, al probarlo, estaba dulce en exceso. Por eso supe que era la misma taza.
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Lo que venus ordena, es tarea suave

Saturnino Segundo se siente envuelto en seda, en un estado casi hipnótico. Asombrado con la respuesta de Lucía.
Para Saturnino Segundo la lenta tarde transcurrió entre las palabras grandilocuentes y gestos presumidos de Lucía, deseosa de recibir halagos.
La señal que marcó el fin de la tertulia fue la joven camarera, al pasar la cuenta. Había terminado la reunión sin que Saturnino Segundo se interesara por las cosas allí dichas: le aburrieron los diagnósticos de la realidad, envueltos con expresiones cotidianas y revestidas de presunta sabiduría. Mantuvo las apariencias (o eso pensó) de estar interesado en esas ideas. Se dio cuenta que eran viejas consignas reinterpretadas a conveniencia por lo que le resultó más entretenido el coqueteo de Lucía.
—La tertulia más rara de la historia. —Fue el comentario que usó al acercarse a Lucía en medio de la confusión de personas que se levantan de las sillas y empiezan a caminar.
—Debes admitir que la tarta es deliciosa —respondió ella. Saturnino Segundo sonríe con el comentario que interpretó como irónico.
Saturnino Segundo se ofreció llevarla a su casa y ambos caminan hacia el coche. Rien con las bromas que él hace sobre la escena de Víctor y Daniel, al pelearse de forma amistosa por pagar la cuenta del director. Durante el trayecto improvisó otras bromas sobre la tertulia, hasta que el momento se vuelve serio. Habla sobre temas que creyó eran del interés de Lucía. En realidad no tenía ni idea de lo que ella pensaba de esas reuniones. Al llegar a su casa, Lucía le propone a Saturnino Segundo para encontrarse al día siguiente. Él aceptó encantado.
Saturnino Segundo inició el juego con las tazas de café para romper el hielo, y ella lo transformó en una invitación abierta para una relación de cualquier tipo. Le resultó tentador.
Saturnino Segundo Molina llegó a la que era su casa, por ahora:

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