Unos juegan, otros beben y otros viven de forma indiscreta

Bram recurrió a sus mañas: se paró sobre el teclado del portátil, frente al televisor y, como una medida desesperada, tiró al suelo el móvil al sonar. Quiere que Aarrnino haga balance sobre la fiel y larga relación que tienen, para ello no duda en dar uno que otro golpe de garra.
Ante la conducta de Bram, Aarrnino se comprometió a prestarle más atención, también a cuidar mejor las plantas aromáticas, entre muchas otras cosas. También comparte sus reflexiones. Las que hizo durante el trayecto de regreso a casa: Le explica que recordó su invitación a la observación, esa que hace con el idioma del corazón, que la razón desconoce, pero no puede ignorar. Le contó sus dudas sobre si debía abrir el video de Anier, aquel que recibió en la noche anterior en el bar, y de cómo no se atrevió a darle al enlace. Habla sobre la invitación de Daniel a la tertulia de la tarde, y de que le dio tiempo de ver sus relaciones en retrospectiva hasta caer en cuenta que unos juegan, otros beben y otros viven de forma indiscreta. «Creo que tienen un comportamiento un poco raro» concluye. Bram, que los había observado desde la ventana, lo mira fijamente para dejar claro que reprueba esas amistades. Luego sin abrir la boca emite un sonido ascendente de menos de un segundo que Aarrnino entiende como una señal de conformidad ante sus argumentos y promesas, sobre todo esa de que el hostal es una estancia temporal.
Sin embargo apela a las barajas: ¿Qué hacer? Involucrarse, dejarlo pasar… No sabe cómo interpretar. Una abeja sigue en la ventana, con la apariencia de estar ausente de la conversación, aunque atenta a la lectura del futuro.
¿Qué hacer? Involucrarse, dejarlo pasar… No sabe qué interpretar …

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