Expulsión
Apenas presta atención al desorden que reina en la habitación. Baja y con dolor de cabeza espera el autobús que lo llevará al trabajo. Ya es costumbre que al subir se cumpla el ritual: Presentar la credencial al ayudante del conductor, quien toma nota en una carpeta del mismo color que el vehículo y su uniforme y asigna un número de asiento. Así con cada uno. Antes de Saturnino Segundo hay por lo menos quince personas. Al llegar su turno el ayudante del conductor no encuentra su nombre en la lista por lo que le impide subir.

Sin tiempo para algo más que la mera resignación busca un taxi, no hay disponibles. Trata con un Uber, la App no abre. Decide compartir un taxi con alguna otra persona que esté en la misma situación. Una desconocida accede y cada uno por separado intenta detener uno para luego compartirlo. No hubo suerte. Logró acceder a un autobús, pero para entrar empujó a las personas que están delante de él, queda apretujado, muy cerca de la puerta. Desde ese incómodo puesto escuchó en la radio las noticias que se hacen eco de los últimos acontecimientos:
📻 «Los coches particulares siguen sin poder circular por el centro de la ciudad. Por los momentos no hay fecha para levantar la medida de prohibición, muy por el contrario se evalúa la posibilidad de extenderla a las diferentes ciudades dormitorio que rodean la capital. Solo circularán los autorizados, entre ellos autobuses promovidos por EMCU que podrán transportar a los trabajadores hasta las empresas…»

Durante el trayecto revisó el Smartphone una y otra vez. Busca alguna actividad en el grupo Vida próspera, no lo piensa mucho y se atreve a escribir.
A pesar de estar en pleno invierno, está sudoroso al llegar a su destino. Las seis calles que lo separan del trabajo, las caminó lo más rápido que pudo. No tiene tiempo para el café pre jornada. «Es demasiado tarde» pensó y se fue directo a su puesto de trabajo.
Una vez en el cibiculo que comparte con Anier, comprueba una y otra vez los mensajes, pero nada, el grupo está sin actualizar, ni una palabra, un emoji, nada nuevo después del suyo.

Desde su escritorio, escuchó un gran alboroto en el pasillo que da al jardín. Se acerca a la ventana, los gritos alertan sobre posibles ataques de abejas. Ve a un grupo que hacen gestos para llamar a otros. Todos corren con pequeñas antorchas entre sus manos y al llegar las acercan al enjambre que pretenden mover. Los que dirigen la acción les gritan «más a la derecha, que el humo las dirija hacia la colmena» Ese era el supuesto hogar que ellos les designaron, pero algo salió mal porque las abejas revolotean aturdidas.

Luego la muchedumbre que rodea al equipo (y la que está asomada en las ventanas de los edificios contiguos) aplaude al tiempo que grita frenéticas «¡Héroes… Héroes…Héroes…!» No entendió el porqué de los vítores hasta que prestó atención. Con tristeza observó que enjambre y colmena se redujeron a cenizas.
A lo lejos divisó a sus habituales compañeros de café. Salió a su encuentro para que le explicaran lo ocurrido, pero a medida que se acerca éstos se alejan. Saturnino Segundo hizo señas para que se detuvieran, pero ellos siguen su camino, al parecer no lo vieron llegar. Saturnino Segundo insistió y gritó sus nombres, pero no lo escucharon, no lo saludaron, no lo reconocieron. Las pocas personas que se encontró de frente, al sentir su presencia miraron a otro lado. Se atrevió a interceptar a un grupo:
—Perdón Morales, ¿nos hablas a nosotros? —dijo uno de los interrumpidos con una expresión neutra.
—¿Morales …? Será Molina —dice Saturnino Segundo, que supone es una broma más. —¿Se te olvidó mi nombre? —No obtuvo ninguna respuesta sino que se desplazaron con disimulo hasta dejarlo solo.

Dio un rodeo largo para volver a su puesto de trabajo. Caminó por los pasillos. Quiere encontrarse de nuevo con esas mismas personas con la que había compartido cafés, almuerzos, tragos, cotilleos, música, bromas, series y muchas conversaciones en los últimos días, pero al encontrarse con algunos de frente estos miran a otro lado, se esconden, aceleran el paso. Al parecer «no lo vieron», «no lo reconocieron» e incluso hubo quien le dijo, al rozarlo por accidente, «Morales, permiso que voy apurado»

Intentó buscar a Lucía pero no dio con ella, a quiénes les preguntó dónde podía estar expresaron una total indiferencia hacia su persona. No fue tomado en cuenta, salvo algún que otro despistado que lo saludó con la cabeza.
15/18