Cómo ser inmortal y no morir en el intento (relato corto)

Aunque los textos no tienen sonido, José escucha la discusión cuando lee en su smartphone: «Nos vemos en el lugar de siempre. Tenemos que hablar» Sale de la aplicación del WhatsApp y así enmudece de sopetón a esa voz, luego desliza el móvil sobre el escritorio.

Se regodea en su silla, mira el monitor de su ordenador con los ojos en blanco y piensa en no ir, en no contestar las futuras llamadas, ni a los WhatsApp que ya se imagina como colapsan su teléfono. «Será mejor bloquearla» piensa.

Sin embargo, al salir del trabajo va al sitio donde suelen reunirse los jueves y si acaso algún martes, cuando Inmaculada se queda hasta muy tarde en su trabajo. Su esposa usa ese dinerillo extra para pagar los estudios de José, para que él pueda progresar. Desea formar una familia y atenderla bien, como se lo merecen. Al llegar, Andrea está en el mismo rincón de los encuentros anteriores. José apenas mueve sus labios para susurrar «Con tan solo mirarte, siento deseos de desnudarte»

—Además —dice en voz alta —Es jueves, me toca.

Pero Andrea no está para esos menesteres. Habla sin preámbulos:

—Estoy embarazada —Y le muestra el informe médico.

José colapsa, mira sin leer los papeles que tiene en sus manos.

—¡¿Y tú no te cuidas?! —dice sin esperar respuesta. Continúa con cara neutra, como si siguiera un orden espontáneo de pensamiento. —Perdona, no quiero ofenderte, pero ¿Estás segura de que soy el padre? Lo digo porque, bueno, hemos tenido encuentros casuales… quizás también tengas otros amigos… No sé, sólo pregunto…

Andrea ignora esas palabras y con suavidad, pero firme, responde que él es el padre. La conversación termina pronto, con la promesa de José: «veré qué puedo hacer», la angustia de Andrea se mitiga. Salen del local por separado.

José tarda un rato en llegar a casa, sabe que los jueves Inmaculada llega tarde. Camina hasta la playa absorto en sus pensamientos, hasta que un hombre que también deambula por la arena le habla como si se conocieran desde siempre. Le ofrece compartir la botella de licor que lleva en una mano, José se da cuenta de la extraña vara parecida a un arpón de tres dientes que lleva en la otra, pero no hace preguntas, solo acepta el gesto. Apenas el alcohol hace su efecto, José se desahoga con aquel agradable hombre. Despotrica de su suerte, de la mala jugada de Andrea, del fastidio que eso representa… «Así la vida sexual es corta y complicada» El extraño nuevo amigo lo escucha atento, aprueba cada frase con un movimiento de cabeza y la propuesta de un nuevo brindis. Cuando las palabras se agotan y los reproches se convierten en bromas, se quedan en silencio. Contemplan como las olas tocan sus zapatos. El amigo, en un arranque irreflexivo, saluda al mar con regocijo.

—Si pudieras pedir un deseo ¿Cuál sería? —Pregunta el extraño nuevo amigo, como al azar.

—¡Ser inmortal!

—¿Estás seguro? Vivir por siempre tiene sus desventajas…

—Pero también tiene ventajas: ¡Te imaginas ser siempre un adolescente con la libido en desarrollo! Es tentador… ¡sin responsabilidades y con absoluta libertad!

—¿Deseas volver a la pre-adolescencia, de forma indefinida a lo largo de la vida…?

—¡Claro! Y dejar atrás a Inmaculada, Andrea y a todos los problemas.

—No sé, creo que debes pensarlo bien… Me parece aburrido…

—¡Tener sexo sin control…!  —Continúa José en voz alta, cada vez más entusiasmado con la idea.  —¡Un adolescente! Es perfecto…

—¿Tu quieres volver a la pre-adolescencia… y al llegar a la madurez sexual volver a repetir ese proceso de forma indefinida… a lo largo de tu vida? ¡Eso no es inmortalidad!

—No llegar a ser adulto, ni viejo … es una divertida manera de evitar la muerte…

—Bueno, entonces yo voy hacer realidad tu deseo… —dice el extraño nuevo amigo y levanta la botella. Al tratar de beber, se da cuenta que está vacía. Deja la botella en la arena y se tumba a su lado.

Los ojos de José se abren como inmensos agujeros y tras una carcajada dice:

—Amigo ¡Eres increíble! ¿En dónde has estado en este tiempo? —Y también se lanza en la arena.

Pasan un buen rato con sus miradas al cielo entre risas y bromas lanzadas al aire, hasta que cansados, se quedan dormidos.

José sueña que el extraño nuevo amigo lo lleva por el mar a un lugar desconocido, luego se pierde en sus dominios y lo deja solo.

Al poco tiempo José se despierta. Se siente diferente. Trata de mirar a su alrededor, pero no puede, no tiene ojos. Siente que lo tocan unos húmedos tentáculos. El pánico se apodera de él por al tener conciencia de su nueva condición. Entiende que el extraño nuevo amigo le ha concedido su deseo y como regalo le dió este último estado de conciencia: Reconocerse como una medusa Turritopsis nutricula, el único ser vivo que puede volver a un estado de inmadurez sexual indefinidamente y con ello evitar la muerte. Llegados a este punto, se deja llevar. Acepta su regalo, abandona sus sentimientos, pensamientos, recuerdos, todo lo que lo define como humano hasta que esto desaparece y su diminuto cuerpo se relaja en el agua salada.

Medusa Turritopsis nutricula Es originaria de los mares del Caribe pero se ha extendido por todo el mundo.

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