«… Al hombre, sagrado para el hombre, lo matan por diversión y risas.» Séneca
Hace muchos años el pueblo Maedi fue invadido por Roma y la región pasó a ser provincia del imperio romano. Entonces obligaron a un hombre de la nobleza a militar en sus tropas auxiliares. Al no poder negarse, realizó un pacto de mutua ayuda con los invasores. Pero éstos no cumplieron lo prometido y él desertó, huyó junto a su esposa.
Al poco tiempo fueron capturados, reducidos a la esclavitud y vendidos por los mercaderes. Por la fuerza física de él, Léntulo Batiato lo compró para luchar en su escuela de gladiadores, en Capua. La suerte o desgracia que sufrió su esposa no se conoció jamás, pero con esta acción el orden del imperio cambia su destino, la sangre teñirá de rojo sus campos y calles.
Los romanos ignoran que a ese Tracio le vaticinaron ser un libertador. No se sabe si esta predicción la hizo su esposa quien era la profetisa de su pueblo o el mismo dios Dioniso, a quien él rendía culto. Lo cierto es que para desgracia del imperio Romano la profecía se cumplió.
Pero antes vivió lo que cualquier esclavo: privaciones, vejámenes, humillaciones y castigos para doblegarlos, además de la rudeza del entrenamiento propio del gladiador. Para mayor burla a su linaje, el lanista Léntulo Batiato lo llama Espartaco, nombre común entre los príncipes y reyes de Tracia y el Mar Negro.
Este hombre, que poseía una gran cultura, no tardó en comprender que para sobrevivir debía aparentar estar sometido y destacar entre los más grandes gladiadores como Crixo, Enomao, Casto y Cánico. Entonces sigue una estrategia: acepta llevar el nombre de Espartaco, luchar en la arena para el entretenimiento del público romano por el honor y la gloria de la casa de Batiato, mientras que en su mente la rebelión toma forma.
Cuentan que durante muchos días y noches los cielos se niegan a llevar agua a Capua. El calor y la sequía se apoderan del pueblo. La población desesperada por la sed susurra por las calles: «¿Será que los dioses están molestos con las autoridades de Capua?» Y ellas, asustadas, deciden realizar unos juegos para complacer a los dioses y calmar al populacho. Llaman a los dueños de los Ludus para que sus gladiadores diviertan a la población.
Muchos dicen que esa calurosa mañana Espartaco luchó como un dios, que terminó la faena sediento, miró a los cielos y llamó a la lluvia que cayó en los asombrados rostros de los presentes. El pueblo comenzó a gritar «Espartaco, dios de la lluvia» «El que hace la lluvia» y luego como en una sola voz se escuchó: «Espartaco, el hacedor de lluvia»
Revestido con la autoridad de un dios decidió ejercer su liderazgo. Durante muchos días y noches compartió sus pensamientos con los compañeros del Ludus:
—Sentirán hambre y sed de justicia cuando comprendan que no hay honor al luchar y matar a un hermano, que la supuesta gloria es la ganancia para el dueño del Ludus. Nosotros solo servimos para divertir a otros esclavos como nosotros y para complacer los caprichos de quieres se creen nuestros dueños. Asimilar esta verdad nos hará libres.
Estas palabras y otras sobre la igualdad, la justicia, el trato a los semejantes, rasgó las vendas de resignación que cubrían los ojos de Crixo, Enomao, Casto, Cánico y de otros esclavos que lo escucharon atentos. Las ideas de Espartaco lograron romper la actitud pasiva de lealtad y obediencia sobre aquellos que los mantenían subyugados. Llegado el momento les susurró:
—Se acerca la hora de la liberación.
Entonces tomaron sus armas de gladiadores y tras una ardua lucha, logran escapar dejando una estela de sangre romana a su paso. Dicen que muchos otros esclavos de todas las edades, al escuchar su llamado de libertad se sumaron a su causa: niños, hombres, mujeres hasta convertirse en un ejército.
Se cuenta que cuando Espartaco y su ejército estaban refugiados en el monte Vesubio a un paso de la cima y rodeado de precipicios perpendiculares, pero lo suficiente llano para asentar su campamento, el romano Claudio Glabro llegó con la intención de matarlo. Estableció su campamento de tres mil hombres al pie del volcán, desde allí los romanos podían ver el único camino proveniente de la cúspide. Pero Espartaco se da cuenta de que dejaron al descubierto la parte rocosa por ser de difícil acceso, entonces él y sus gente hicieron cuerdas con los troncos de las plantas silvestres de vid que habían en la cima y descendieron por las pronunciadas pendientes y fuertes desniveles para atacar por sorpresa. Causaron numerosas bajas entre los romanos. Los supervivientes, obligados a huir, abandonaron provisiones, caballos y armas.

También cuentan de otra batalla donde dos legiones trataron de cercarlo y dividieron sus fuerzas en tres partes para realizar una maniobra en tenaza. Espartaco aprovechó la división de esas fuerzas y las derrotó por separado, luego atacó y venció al pretor que dirigía esas legiones. Capturó sus licores, su caballo y el pretor humillado, tuvo que huir a pie.
Sin embargo las noticias que le llegaban no siempre eran buenas. Al saber que Crixo murió en combate, lloró y hay quien afirma que para vengar su muerte forzó a los trescientos soldados romanos capturados a luchar entre ellos hasta la muerte, como si fueran gladiadores para que sintieran en sus propios cuerpos el dolor de la pelea y la angustia al escuchar los gritos del populacho pidiendo sus muertes.
Dice la historia que después de casi tres años de rebelión armada el imperio puso fin a las muchas batallas que se libraron. A lo largo del tramo de la Vía Apia, entre Capua y Roma, los soldados romanos crucificaron a seis mil prisioneros. El trayecto la cubren con sangre esclava de los rebeldes. Se colocaron allí, como un adorno, para que todos teman las consecuencias de la rebelión.
Hay quien piensa que Espartaco, herido y crucificado en la vía Apia continuó con sus palabras de libertad, por lo que los romanos bajaron su cuerpo y lo desaparecieron, otros aseguran que murió en batalla y otros sospechan que herido de muerte, logra escapar de las autoridades. En cualquier caso la lucha esclava no fue en vano: el imperio modificó leyes que dieron más espacio a los esclavos e incluso concedió la libertad algunos miles. Nunca se encontró el cuerpo del hacedor de lluvia. El imperio tejió leyendas sobre la figura de aquel gladiador y sus seguidores, relatos que con el tiempo se transformaron en verdades.
Relato dedicado a Andy Whitfield
Muy interesante la vida de Espartaco. La última vez ví una serie en Netflix sobre él que me pareció buena. No sabía sin embargo eso del «hacedor de lluvia». Siempre que hay injusticia y dominación brutal hay espíritus que saben guiar a otros por el camino de la libertad.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Hola Ana, yo también vi la serie de Netflix, me encanta (Para ser sincera la he visto varias veces) De hecho el título del relato esta tomado de la serie. En cuanto al personaje de la vida real, me lo imagino como un ser enigmático que obligó a los romanos a cambiar e inventar otras leyendas para que sus enseñanzas se confundieran y formaran parte de la historia del imperio. Un abrazo 🐾
Me gustaLe gusta a 1 persona
Una historia muy interesante y enriquecedora. Gracias, Rosa!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias por tus palabras, Mireugen. Un abrazo 🐾
Me gustaLe gusta a 1 persona