Carmen M. Sosa: Tentadora oferta de trabajo (8)

Carmen se levanta, revisa los anuncios de empleo en el móvil, no hay ofertas nuevas. A su mente acude el recuerdo del día en que perdió su servilleta de la suerte. Toma como un mal presagio ese pensamiento y cae abatida en la cama.

Al poco tiempo recibe una llamada. Respondían a una de las tantas solicitudes enviadas por ella, días atrás, a través de la app para buscar trabajo. Se alegra al concretar la cita para esa misma mañana. Sale decidida de su casa, recorre la ciudad y llega puntual. En la recepción del hotel, en donde es la entrevista, coincide con otros candidatos que la miran con disimulo y recelo.

Antes que se produzca una conversación entre los aspirantes apilados en el amplio espacio, una señorita trajeada de ejecutiva indica el camino y los acompaña en silencio hasta una puerta. Al traspasarla, se encuentran un salón abarrotado con muchas otras personas.

De forma discreta Carmen se sienta en la primera silla vacía que encuentra.

—Perdona, pero ¿cuántas entrevistas te hicieron para invitarte a esta reunión? —Escucha Carmen. Voltea a su izquierda para descubrir quién le habla y observa cómo se frota las manos en señal de querer calmarse.

—¿Entrevistas…? No, ninguna. Hoy en la mañana me llamaron para que viniera… —responde ella con un hilo de voz.

—¡Qué suerte la tuya! Yo tuve ¡dos entrevistas! hasta que me invitaron —Su voz, como un lamento, refleja el nerviosismo.

—A mí tampoco me hicieron ninguna entrevista, me llamaron esta mañana…— Se apresura a intervenir otro, que está a la derecha de Carmen. —En definitiva, somos afortunado, pero ¿dos entrevistas previas? ¿Qué te preguntaron? —dice directamente, con ella en medio.

—Lo de siempre: algunos test, un montón de preguntas personales ¡hasta de qué mal me voy a morir…! —habla de forma nerviosa, sin dejar de mover sus dedos entrelazados. Alterna su mirada entre Carmen y el otro individuo. —Creo que deben ofrecer un gran trabajo, digo, por lo complicado que es llegar hasta aquí.

—Mi amigo Juan Peña entró a trabajar hace un tiempo y al mes ¡ya estaba para pedir una hipoteca! ¿Se lo pueden creer? Yo alucino… —dice otra en voz alta que, sentada en la fila de atrás, acerca su cuerpo hacia ellos.

Los que están a su alrededor se interesan con el comentario y también se inclinan. Al poco tiempo se crea un pequeño grupo, con los de la fila de arriba y la de abajo del puesto de Carmen, quienes hablan entre sí de forma animada:

—Eso me hace pensar que los sueldos son buenos y que es un trabajo estable…

—No, eso es lo curioso, no hay sueldo ni contrato de trabajo. Juan me dijo que invirtió una pequeña cantidad en algo que luego vendió con unas ganancias espectaculares. No sé cómo funciona. Por eso estoy aquí, también quiero saber si puedo hacer negocios.

—Yo no tengo dinero. Necesito un trabajo, al igual que ustedes ¿no?—Todos asienten y Carmen prosigue con timidez—Entonces no comprendo cómo vamos a invertir.

—¡Juan tampoco tenía trabajo! —interrumpe el otro lleno de euforia. —Vivía con sus padres que le daban una mesada ¡cómo si fuera un crío! —Hace una pausa para reírse y Carmen se ruboriza al recordar a su padre, quien también lo hace. Luego continúa —Por eso cuando me lo encontré y me dijo que se mudó con su pareja, le pedí toda la información que pude.

—¿Entonces a ti también te llamaron esta mañana?

—¡Qué va! Yo he venido a dos reuniones: en una, me hicieron varios test y en la última fue una entrevista con tres personas diferentes ¡y de eso ya hace quince días! Cuando me llamaron ayer por la tarde y me dieron la cita me alegré, pero también me asusté porque no tengo nada de dinero. Llamé a Juan y me aconsejó que no perdiera esta gran oportunidad que me ofrecen. Que sea sincero, ellos me pueden ayudar con la primera inversión.

Entusiasmados con la información que comparten no paran de hablar, de sacar conjeturas. Carmen mira a su alrededor y se da cuenta que por todos lados también se han formado pequeños grupos animados que hablan entre sí. El salón se llena con las voces y murmullos.

De vez en cuando destaca alguna expresión de exclamación, algunas risas. En el ambiente se respira confianza y buen ánimo.

Un joven de aspecto vivaz entra al salón. Saluda a los que encuentra a su paso como si fueran grandes amigos. Es el coordinador de equipos. Al llegar a la tarima da la bienvenida al grupo, las personas reaccionan con entusiasmo de forma espontánea y eufórica.

Carmen desacostumbrada a tanto alboroto está petrificada, no sabe cómo reaccionar. Durante la media hora que lleva la charla permanece inmóvil. Para aliviar la tensión decide centrarse en el joven coordinador. Sigue con la mirada cada gesto, cada movimiento que él hace:

—…puerta a puerta… porque deben sentir las necesidades del comprador en su verdadero entorno y así poder ofrecerle lo que en verdad necesitan, lo que ustedes quieren venderle… Si son inteligentes y trabajan con nosotros ¡les garantizo que obtendrán jugosas ganancias! —El joven termina esta frase con euforia. Hace una pequeña pausa, toma agua, intercambia palabras graciosas con algunas personas de la primera fila. Carmen, mira con detenimiento los artículos que están detrás de él ordenados en la mesa central y piensa «Son cosas de oficina. ¿La gente los comprará para sus casas?» De nuevo se impone la voz del joven:

—Lo mejor es que no tienen que rendir cuentas a nadie, no son unos asalariados. Si actúan con inteligencia serán sus propios jefes. Con tan solo este paquete de los mejores productos del ramo, en pocos días triplican lo invertido.

Con esta última palabra se produce un pequeño malestar en los presentes, algunas personas comienzan a pedir permiso entre las butacas para salir, mientras, desde la tarima el coordinador no ha parado de hablar. Carmen tampoco está interesada, pero teme parecer maleducada o peor aún, un ser poco inteligente así que decide esperar hasta el final. En medio de los que piden paso y los que van murmurando cosas, ella se ha perdido buena parte del discurso:

—¿Por qué no pueden convertirse en inversores? ¿Qué se los impide? Invertir garantiza un futuro. Acérquense, vean los artículos, vamos hablar y solo aquellos que tomen la acertada decisión de trabajar junto a nosotros tendrán asesoría personalizada —dice esto de forma jocosa, los anima a subir a la tarima y acercarse a la mesa mientras bromea: —Pronto los veré contratando a sus propios vendedores… —Esto último lo dice al descuido, como si fuese una información que se le escapó.

De inmediato las personas se acercan a la mesa, ven los productos, hacen preguntas. Carmen, en medio de la confusión, es interceptada por el coordinador. Le habla de precios, le propone dos semanas de entrenamiento como vendedora dentro de una oferta especial para ella. Se ve tentada, pero su temor para hablar con desconocidos le hace dudar. Responde que debe consultarlo con sus padres, el joven le entrega una tarjeta para que le llame cuando esté en capacidad de independizarse. Abatida por esas palabras camina hacia la puerta y sale en silencio.

Está cansada por la larga y tediosa reunión, pero no desea volver aún a casa. Así que, sin más rumbo que tomar, se dirige al lugar de costumbre para ahogar sus penas con su tarta favorita y un café humeante.

—¡Hola! vaya cara mi niña, lo que necesitas es la nueva y deliciosa tarta de manzana que tenemos hoy, ¿te la traigo? está fresca, fresca —dice con una amplia sonrisa el joven que acostumbra atenderla.

—No, prefiero la de siempre. Gracias. —responde Carmen con amabilidad.

El mesonero asiente y su sonrisa de quita y pon se cierra al voltear la cara. «Con esta mujer no me funciona nada» piensa mientras se acerca a la barra.

—Esta chica siempre pide lo mismo —dice con voz de resignación al dueño que está detrás de la barra y despacha los pedidos.

—Su vida parece ser muy monótona. En raras ocasiones viene con alguien. Está muy sola. Pero eh, hay que salir de la tarta de manaza hoy, ya no aguantará otro día, así que ¡a venderla! —responde mientras pone la porción de marquesa de chocolate sobre el mostrador.

Carmen saborea su tarta, aburrida inicia un chat con M(en)1018 sin darle mayor información sobre su día. La charla gira en torno algunos integrantes de classromm7, se maravillan y burlan al mismo tiempo de los aportes de RB y los despistes constantes de JulioG. De forma inesperada recibe una llamada y descubre, al pasar del texto a la voz, que M(en)1018 es un hombre y él que a8=D es una mujer. Se ríen al reconocerse y planifican las bromas que harían si estuvieran juntos esa tarde, durante la práctica online de ajedrez. Podrían reaccionar rápido e inventar chistes. Nadie sabe quiénes están detrás de esos Nicks ni quienes son ellos en realidad y menos aún pensarían que se unieron para realizar esa broma.

En la conversación ella accede a verse con él y apoyarlo en su picardía para animar la clase de Emma, por lo que le envía su ubicación.


Así le va a la Carmen (ver Índice):


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