Sombras; parque; banco: mujeres

El arte como entretenimiento

Entretenimiento/ pérdida de tiempo

Tenemos muchos ejemplos del arte como entretenimiento, lo primero que me viene a la memoria son los dibujos animados que Walt Disney consagró como una expresión artística válida.

En sus primeras películas podemos apreciar que, además de una técnica impecable, el mensaje y la audacia en algunos de sus temas fueron realmente rompedores (la muerte de la Madre de Bambi en la primera escena, el maltrato de los animales en el circo donde se crio Dumbo, son solo dos ejemplos de las antiguas propuestas de Disney, que Pixar parece haber retomado haciendo cosas como Inside Out) Cuando la industria perdió su mensaje innovador y puso su técnica a disposición del producto, sólo se conocieron los cuentos de princesas y las sitcom del canal Disney…  Otro ejemplo son Los Simpsons, donde Homero y Marge hacen lo mejor que pueden para poder dirigir su hogar mientras nos divertimos sin dejar de reconocer a muchos de sus personajes como conocidos de carne y hueso y que en la vida cotidiana no son tan graciosos… En ambas propuestas vivimos grandes historias, pasamos momentos agradables, un sinfín de emociones y el mensaje nos llega.

Ahora bien: ¿entretenimiento y pérdida de tiempo es lo mismo cuando hablamos de arte? Si entendemos la pérdida de tiempo como hacer cosas que para ti no tienen ningún beneficio, que no te aporta algo que consideres de valor personal, entonces el arte no se podría considerar dentro de esto último, porque el arte es esencialmente la comunicación de una idea, de un concepto que te obliga a reflexionar sobre algo, aunque sea divertido la manera de expresarlo. Entretener es pasar el momento de manera agradable.

Vemos como la utilización de los elementos propios del arte se emplean en algunas manifestaciones para pasar el rato. ¿Esto se podría catalogar como una pérdida de tiempo? Y de ser así ¿sigue siendo arte? Simplemente la clave está en la propuesta, en el mensaje. Esté nos debe llevar a una reflexión, toca alguna fibra que nos genera una sensación y un pensamiento. No necesariamente tiene que ser algo intenso, duradero, cargado de sentido que nos cambie la vida, conque no nos deje indiferente es suficiente.

En aras de la rentabilidad, con la excusa de que el entretenimiento es ayudarte a perder el tiempo y con la «sana intención» de que la obra sea comprendida por todos, ocurren dos cosas:

En el mejor de los casos, las novelas llevadas al cine o convertidas en series, dejan de ser «vanguardistas» para convertirse en un producto «complaciente» propio de una época donde las cosas se dicen con «pinzas», con la excusa que todo es relativo y no se debe hacer énfasis en una postura porque se corre el riesgo de ofender a determinados grupos o dejar de ser «políticamente correctos». Dos ejemplos: El cuento de la criada (Margaret Atwood, 1985),  cuyo libro rompedor y severamente crítico, aunque muy ligero y fácil de leer, se edulcora en la serie de Hulu (2016) con un mensaje un tanto maniqueísta (que se reduce a buenos y malos) y un tanto manipulado para adecuarse a ciertas fantasías urbanas sobre los refugiados, la actitud de los individuos dentro de grupos oprimidos y otras cosas, eso sí  con una fotografía potente, magníficas actuaciones (nadie negará lo expresivo de los ojos de Elisabeth Moss  e Yvonne Strahovski ) El otro ejemplo es El juego de Ender (Orson Scott Card, 1985), libro complicado, cargado de símbolos que suenan a predicciones sobre política y gestiones humanas llevada al cine de forma infame en 2013 (dirigida por Gavin Hood).

En el peor de los casos, vemos cómo algunas propuestas interesantes son copias manipuladas que no aportan nada propio, convirtiéndose así en un producto sin compromiso de mensaje, dirigidas a un público incauto que, dadas sus propias limitaciones «políticamente incorrectas», las aplauden y exaltan haciéndolas rentables. Aquí nos encontramos con una lista interminable de productos que tienen la intención de manifestaciones artísticas, sin lograrlo.  Sin propuesta, por muy limpia que sea su técnica y bello el resultado,  no deja de ser ornamental sin ninguna otra utilidad ni función que la de ser un adorno, sin valor. El cine está lleno de sagas y repeticiones sobre la misma historia, con diferentes trajes y actores. No vale la pena mencionar ninguna ya que son muchas. Esto también aplica para las artes escénicas y la literatura que vienen «adornar» nuestro status dentro de un círculo social determinado.

Cuando ves una serie, una ilustración, vas al cine, teatro o museo, escuchas música o una canción te dispones a dedicarle una parte de tu tiempo a buscar emociones en el reflejo de las propias, conoces las emociones de otros y cómo las expresan. Puede que simplemente se experimente alguna reacción por el simple placer de sentir, y en esto último pudiera haber quien se lo tome como una evasión de la realidad, pero en cualquier caso nunca debería ser igual que entretenerte mientras te encuentras esperando que te atiendan en el odontólogo, allí «matas» el tiempo jugando al Candy Crush. Con el arte ocupas tu tiempo en explorar tus propias reacciones observando/experimentando como el artista plantea la situación y su propia reacción.




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