Saturnino Segundo se levantó y realizó el ritual matutino: limpió la arena, sirvió suficiente comida y agua para Bram, luego comenzó sus propios preparativos para salir al trabajo.
Encendió la TV antes de continuar con el arreglo del espacio: Regó la ruda macho de la izquierda y la hembra de la derecha de la puerta, que filtran las energías negativas del exterior. Fue complicado poner agua al aloe vera que guinda del dintel de la puerta. No ocurrió lo mismo con las otras plantas ubicadas en sitios estratégicos según dieran mejor energía o bloquearan las externas: Rincones, ventana, baño… Incluso las plantas para gatos que están colocadas por todas partes, las regó rápido.
Todavía le sobra tiempo para jugar con Bram, hasta lo peina un poco mientras escucha las noticias del televisor, que durante toda la mañana ha estado encendido. Se da cuenta que no puede llevarse el coche. Con un sobresalto, como si un velo se le cayera de los ojos gritó: «¡Esto es lo que vi en las barajas…!, ¡y yo que creí que el coche se iba a dañar…..! Debo ser más cuidadoso…» Prestó atención a la TV sobre lo que explican de la nueva ley provisional.
—Debo ser más inteligente para la próxima vez al interpretar el futuro… —Le dijo a Bram antes de cerrar la puerta.
Despacio se dirigió a la colapsada parada del transporte público. Al ver la cantidad de gente a su alrededor, comprendió el pronóstico de las noticias… «No hubiera perdido tanto tiempo esta mañana. Haber salido antes.» Se lamentó en voz alta.

Resignado buscó un taxi con la mirada, no había disponibles, llamó para pedir uno. La locución automática respondió: «Todos nuestros operadores se encuentran ocupados en estos momentos. El tiempo de espera estimado para ser atendido es de 20 minutos…» De inmediato Saturnino Segundo colgó e intentó con Uber, la aplicación se quedó en bucle, no reconoce su contraseña. Decidió volver a la parada del autobús. Esperó hasta que pudo subirse a uno. Va de pie, cerca del conductor, apretujado por muchas otras personas que también están apuradas. Al llegar a su destino el sudor baja por la frente. La parada lo dejó a seis calles del trabajo, caminó lo más rápido que pudo.
Apareció en pleno apogeo de los rumores de última hora. Con alivio comprobó que las críticas que acostumbran hacer sobre el trabajo de alguno, como si se tratara de un deporte, no se referían a él. «Hay que ser más inteligente para la próxima vez» dijo de forma mecánica Saturnino Segundo al aturdido cuestionado.
Entre una broma y otra se da cuenta que en realidad hablan de algo que él desconoce:
—… a mí eso me cuesta hacerlo…
—Lo hago según nos dijeron y es perfecto.
—¿Qué había que hacer? … no me he enterado —pregunta Saturnino Segundo sin obtener respuesta.
—…Es de sentido común… —Las voces ignoran la pregunta de Molina, quien perdió interés en este grupo y prestó atención a lo que otros murmuran sin mucha discreción.
Cada oreja apunta en una dirección, como aprendió de Bram, así descifró las escabrosas palabras entrecortadas que sugieren nuevas noticias sobre las que, al parecer, eran conocidas por todos. Se da cuenta que se trata de Anier. «¿De qué hablan?» se preguntó mientras afina sus oídos. El grupo más amplio continúa en su conversación, también codificada, sobre lo que no hace bien el pobre aludido y «poco inteligente» compañero de turno.

—Oye Molina ¿Cómo te va en tu nuevo sitio? —Se escuchó una voz sobre las demás con la clara intención de unificar los temas y devolver el ánimo burlón al resto de los compañeros.
—¡Venga, cuenta! ¡No estés tan apartado!
—Aunque reconozco que se estaría a gusto en una isla desierta!
—Y tanto! —dice un tercero. —Me apunto a vivir allí…
—¡Joder! ¡Empezamos a llenarla! —dice Saturnino Segundo, al sorber de su vasito de café.
Aunque está incómodo porque desconoce cómo se enteraron de la mudanza, no se atreve a preguntar, son muchos y las bromas pueden ser demoledoras.

El compañero que antes había interrumpido obtuvo el efecto esperado: parlotean y ríen todos en un solo grupo.
A pesar que Molina no dio información sobre sí mismo se dejó llevar, aunque sin lograr desviar su incertidumbre. Le preocupa no saber qué saben sobre él.
Entre broma y broma recibe un mensaje en el móvil. Lo habían incluido en el grupo Vida próspera.
Sin hacer referencia a estos mensajes, sigue con el mismo tono:
—Entra un gato negro a un bar y pide un café. Se lo bebe y se va. Un cliente pregunta al camarero: “¿No le parece un poco extraño?” y este responde “Si, siempre pide cerveza”
—En ese mismo bar uno preguntó: “¿Cuánto vale un café?” “1, 20” le responden. “¿Y el azúcar?”, “El azúcar es gratis”. “¡Pues póngame tres kilos!” —continuó otra entre risas.
—Molina ahora que tienes que hacer la compra tú solo, ¡ve a ese bar! —Gritó uno histérico por el ataque de risa.
Llegada la hora, caminó a su puesto de trabajo y volvió a toparse con una abeja que revolotea discreta. Pensó que era prudente dejarla pasar y así lo hizo. En su cabeza da vueltas la invitación del WhatsApp. Se le ocurrió que serviría para acercarse a ellos. Tal vez luego lo podrían invitar a sus reuniones. Así no sufriría tanto al descifrar lo que las barajas no le dicen sobre los cuchicheos de las mañanas, sobre todo si trata de saber lo que hablan de él.
Para avanzar en la historia es necesario que nos recuerdes: En este momento de la historia ¿Dónde vive Saturnino? 👇



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Reblogueó esto en Rosa Boschettiy comentado:
Despacio se dirigió a la colapsada parada del transporte público. Al ver la cantidad de gente a su alrededor, comprendió el pronóstico de las noticias… «No hubiera perdido tanto tiempo esta mañana. Haber salido antes.» Se lamentó en voz alta.
Resignado buscó un taxi con la mirada, no había disponibles, llamó para pedir uno. La locución automática respondió: “Todos nuestros operadores se encuentran ocupados en estos momentos. El tiempo de espera estimado para ser atendido es de 20 minutos…” De inmediato Saturnino Segundo colgó e intentó con Uber, la aplicación se quedó en bucle, no reconoce su contraseña. Decidió volver a la parada del autobús. Esperó hasta que pudo subirse a uno. Va de pie, cerca del conductor, apretujado por muchas otras personas que también están apuradas. Al llegar a su destino el sudor baja por la frente. La parada lo dejó a seis calles del trabajo, caminó lo más rápido que pudo…
Toda una odisea llegar al trabajo la verdad 😉
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