Saturnino Segundo conduce el coche a su nueva residencia. En el puesto del copiloto está su mejor amigo con el arnés enganchado en el asiento. La ventana abierta hace entrar una leve brisa que lo despeina. No aparta la mirada del camino, lo olfatea todo, parece estudiar el recorrido. Saturnino Segundo lo mira de reojo y al ver lo grande y hermoso que está una sensación de bienestar recorre su cuerpo, Bram le da un propósito en la vida. Enciende la radio y se dejan llevar por la música.

🔊…Un día decidí ♫ hacerle caso a la brisa…♪♪
Los pensamientos de Saturnino Segundo se detienen en aquel día que la preocupación lo desbordó. «¿Será el mismo después de esto?»; «¿se dará cuenta?; «¿volverá a tener sexo el pobrecito?»; «¿le habré arruinado la vida? ojalá lo entienda y me perdone»; «no me salió nada malo en las barajas, ni en Google». ¿Y si se muere? la respuesta del Dr. fue que los gatos no mueren al ser esterilizados.» Al recordar esta escena sonrió, esas eran las aflicciones que lo abrumaron aquel sábado que llevó a Bram a la clínica veterinaria.
Lo cierto es que por la tarde ya estaba recuperado. Volvió a la rutina de acechar aquel hilo azul enredados en las agujas de tejer de la señora Molina. Al jugar con ellos, destejió algunos puntos de su labor y ella le gritó que su lugar era el patio o la calle. Bram se ocultó hasta que Saturnino Segundo le sirvió la cena. Luego de comer corrió a los techos y al ver a sus amistades les comentó la extraña experiencia que había tenido. Lo cierto fue que después de esa operación no cambió su carácter, ni su conducta, sólo experimentó un «ligero» aumento de peso, atribuido por Saturnino Segundo y por el mismo Bram al crecimiento.

Entre un semáforo y otro aquellos recuerdos con Bram continuaron: cenan juntos, entre silencios rotos por los informativos de la televisión que en verdad nadie veía, pero que servían para escuchar otras voces humanas. El plato en el suelo junto a la mesa, miradas de aprobación y algún que otro bocado compartido…
Recordó también aquella noche tumbados en la cama y escuchó por primera vez «Aarrnino». Supo que ese era su nombre en el idioma gato. A partir de ese momento Bram también lo utilizaba para acompañar los toques que hacía con la cabeza para guiarlo a los brazos de Morfeo.
De pronto le asaltó la imagen de los deseos escritos en la ramita de salvia, la que antes había estado debajo de la almohada de Bram. ¡El sueño se había cumplido antes de los tres días! «Estas cosas funcionan» dijo para sí mismo y subió el volumen de la radio.
🔉…La suerte es mi oxigeno ♫ Tus ojos son mi ventana…♪♪
Entre canciones y recuerdos llegaron a su destino. Se bajó con Bram en su transportín, una bolsa en la mano y al llegar al piso buscó en el móvil la clave que Daniel le dio para abrir la puerta: «vidaprospera». En seguida la cambió por su palabra favorita, la que hizo que sus deseos se cumplieran pronto: «Hocus-Pocus»
Esta vez es más meticuloso con la limpieza de su nuevo hogar, debe romper las energías densas. Antes de poner la menta pasó un trapo con agua y vinagre de derecha a izquierda, prestó especial atención a los rincones (sobre todo a los oscuros) y a esos espacios que suelen permanecer cerrados. No podía permitir que los perturbara la energía de personas desconocidas. Fue desde el fondo hasta la puerta.
Luego bajó para tirar el agua, el envase y el trapo lejos del edificio, de espalda al contenedor, como al descuido. Al volver fregó los suelos y cristales con la menta y finalizó la limpieza de energía. Encendió un incienso y enumeró en voz baja las cosas buenas que desea e intercala entre ellas su palabra mágica. Cansado terminó de organizar las cosas de Bram, las suyas quedaron apiladas en un rincón.
Para más detalle sobre esa limpieza tan exhaustiva y sus primeros días en el piso: Aquí

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