El expulsado: variable como la luna (20b) Una rueda que gira (21b)

Variable como la Luna

…como ella creces sin cesar o desapareces

Sin llegar a colocar la palabra clave para abrir la puerta del piso, Saturnino Segundo recibe un clip de voz de Daniel:

«Tenemos que hablar. Es importante»

Saturnino Segundo escribe de inmediato un escueto «Dime»

«Por aquí no. Te espero en el café de la tertulia. Esta noche. No faltes, ven en coche esta noche estás autorizado» es lo que obtiene como respuesta, también de voz.

«Vale, voy por el coche y salgo para allá. Dame por lo menos una hora, el tráfico está fatal» graba Saturnino Segundo también en un clip de voz.

Aparcamiento de la sede de EMCU y del Café de la tertulia de la tarde
Aparcamiento del Café de la tertulia de la tarde y sede de EMCU

Aparcó en ese gran espacio semivacío en el que sólo destacan los pestilentes contenedores de basura y unos pocos vehículos puestos al azar. No le hizo falta entrar en la terraza del café, lo esperan justo en la puerta.

—Tu actitud es extraña, tus preguntas absurdas, en definitiva eres una persona retrógrada. —Estas son las palabras con las que Daniel lo recibe.

Ante la cara de interrogación que pone Saturnino Segundo, Víctor completa:

—No vuelvas a molestarnos con pretensiones absurdas.

Saturnino Segundo no termina de comprender. Permanece mudo mientras Daniel es determinante al referirse al acuerdo que tenían sobre su apartamento y Saturnino Segundo aterriza en una cruda realidad: En los dos meses que lleva allí, no le han respondido a su reiterada pregunta sobre el alquiler, no han querido cobrar nada, ni dicho cuánto pagaría.

—Molina dos cosas te voy a decir: la primera, un adulto no pide un piso y luego ruega para pagar una limosna. La segunda, un adulto asume las consecuencias de sus actos —Daniel pronuncia cada palabra con sumo cuidado y estudia el efecto de ellas en el cambio de expresión en el rostro de Saturnino Segundo.

—No capto la ironía de tus palabras —Fue lo que atinó a decir Saturnino Segundo —Si el problema es el alquiler, lo podemos arreglar ahora mismo. Haberlo dicho antes… En varias oportunidades ¡he sacado el tema! lo pregunté y, a pesar de mi insistencia, dijeron que no me preocupara. ¿Entonces? ¿Por qué lo hacen ahora, en estas circunstancias?

—Pareces un niño, que pone una queja al director del colegio… Nuestra relación es de trabajo, somos gente adulta… que viven y se relacionan con otras personas adultas… No somos amiguitos…—respondió Víctor.

—¿Estás seguro en lo de pagar un alquiler? —le preguntó Daniel y Saturnino Segundo asintió con la cabeza y un «Por supuesto que estoy seguro»

Daniel se acerca a Víctor para hablar entre ellos. Pronto vuelven y le indican el importe total.

—Exagerado. —Se le escapa a Saturnino Segundo —Es desproporcionado —dice luego firme y en voz alta.

—Y ¿Qué pensabas? ¿Sabes cuánto cuesta un piso en esa zona, la llave, el mes de adelanto, los dos meses vencidos, el mes de fianza y la comisión de Víctor? No haberlo dejado acumular…recuerda lo dicho, un adulto asume las consecuencias —dijo Daniel.

Saturnino Segundo no sale de su asombro y ante la actitud de «no negociación» que tenían ellos, no le queda más remedio que apaciguar los ánimos, mientras comprende que debe dejar el apartamento lo antes posible.

—Es complicado que me mude esta noche… Habrá que esperar hasta mañana… o quizás me puedan dar uno o dos días, por favor… —súplica Saturnino Segundo.

—Eso tenías que haberlo pensado antes. Eres un ser egoísta y déspota, te has aprovechado de nuestras buenas intenciones —Escucha decir a Daniel en un fingido arranque emotivo. —No me importa lo que hagas con tu vida, tienes que irte del piso ¡Cuanto antes mejor! —continúa firme en su decisión.

—Nos has traicionado —interrumpe Víctor con el mismo tono cargado de emotividad.

Saturnino Segundo no comprende este cambio, los reclamos son injustos y así se los hace saber.

—Después de haber recibido todas las ayudas que te hemos dado —remató Víctor con la voz quebrada.

Saturnino Segundo no sabe qué más decir, está muy sensible por el duelo y se siente culpable de algo que no logra identificar. Balbucea unas disculpas.

—Te recuerdo: Tienes que pagar la cantidad de dinero que te acabamos de indicar, además de los servicios —interrumpe Víctor.

—Los recibos que llegaron están pagos, los tengo… —dice Saturnino Segundo, alterado.

—Y los que no “te llegaron” ¿Qué crees, que puedes vivir gratis? —continúa Daniel —Además están los destrozos que tu «gatito» con seguridad hizo. Lo evaluamos en el sitio y ya te diremos.

—Sí es seguro que ese amigo tuyo te ha dejado algún extra a pagar —concluye Víctor

Saturnino Segundo se siente exhausto. Al escuchar cómo se expresan de Bram comprende lo inútil de la discusión. Habían tomado la decisión antes de enviarle el mensaje. «Bram no rompió nada» pensó para sí mismo. Dio la espalda en un gesto decidido y sin cruzar más palabras volvió a su coche.

Conduce
Mientras conduce

Mientras conduce hacia su casa, no deja de dar vueltas en su cabeza a la escena que acaba de vivir. Al llegar se da cuenta que su puesto de estacionamiento está ocupado, reconoce de inmediato al dueño del otro coche y sin importarle la hora, toca a su puerta.

De la forma más amable que encuentra para disfrazar su frustración, le pide que retire el coche. El cándido vecino le explica que justo esa tarde Daniel le alquiló el puesto «y me dijo que tú lo ibas a dejar libre en la noche, gracias por ser tan cumplido». Saturnino Segundo, incrédulo, pide pruebas y el vecino le muestra el contrato de alquiler. Saturnino Segundo se retira indignado, no le queda otra que pedirle disculpas al vecino por el «mal entendido»

Pasa un buen rato para encontrar dónde aparcar, hasta que logra hacerlo a muchas calles lejanas del edificio. De camino se mete en un bar y toma unas cervezas. Más adelante entra en una tienda de estación de gasolina por un par de botellas de Vodka, con disimulo sorbe de una de ellas mientras camina. Recuerda los juegos de Bram y de golpe piensa que su muerte no fue accidental. No puede explicarse cómo había ocurrido, pero está seguro que no fue casual.

Mientras bebe de la botella, la agradable voz de Daniel llega a su mente, recita los elaborados discursos de Víctor mezclados con hechos históricos. Y sin saber cómo al desfile de datos, de esos que le gusta investigar, llegó a su cabeza Lucía: su cuerpo, sus pestañas, sus ojos que entre sorbo y sorbo de Vodka se transforman en un par de faros brillantes que le marcan el camino. Las piernas de Saturnino Segundo se detienen mientras su mente la contempla. Su corazón siente terror al ver que de su cuerpo se separan millones de sombras con formas inimaginables. Luego tuvo lugar la fascinación y la curiosidad: Las formas se unen y separan, mutan sin explicación ni patrón. Todo está muy oscuro, la única luz la proporciona esos ojos brillantes que apuntan hacia una portezuela entreabierta por donde se pierden las sombras multiplicadas. Quiso seguirlas pero se dió de frente con algo sólido, macizo. Se rió estrepitosamente al comprobar que había chocado con la parada del autobús.

Sentado en el suelo bebe de una botella sin perder la otra, que lleva bajo el brazo.

En su imaginación vio al ayudante de la conductora sin rostro, ese que le había negado el acceso al autobús. Quiere montarse en él guiado por una cabeza de animal enfurecido en donde están otra vez esos ojos brillantes. Se fijó en sus pestañas, fuertes y largas como hilos. Hilos de luz, intensos, brillantes, tan azules como el color de los emperadores. «Sigue los hilos» escuchó. De repente todo desapareció, volvió a sentir el vacío.

Sentado en el suelo de la parada de autobús tiene extrañas visiones
Sentado en el suelo de la parada de autobús

Unos jóvenes gritaron desde un coche que pasó. Logró ver al copiloto con medio cuerpo afuera, hace señales con los brazos mientras dice algo inentendible por la distancia. Sobresaltado se dio cuenta que la bebida le juega una mala pasada. Trató de recomponerse para continuar el camino y llegar a lo que aún era su casa.

Saturnino Segundo bebe y recorre alguna calle
Recorre alguna calle

Había recorrido alguna calle y recordó las quejas de Bram. Se hundió de nuevo en la desolación, un miedo creciente lo invadió. Siente que atraviesa un laberinto, apresura sus pasos, se detiene de golpe, avanza despacio, se recuesta de algo, sigue… La confusión reina en su mente, le hace dudar, no sabe si está en el camino correcto.

Apareció la voz de su padre: «Esas investigaciones obedecen a intereses personales, no aportan soluciones a ningún problema, al final todo es pérdida» Sacude la cabeza para sacar los reproches, instrucciones y «deberías…» Sigue su camino y bebe de la botella abierta. La otra continúa, como un tesoro, debajo del brazo.

La voz que escucha se transfiguró, ya no es su padre aunque le es familiar. Continúa con órdenes concretas acerca del cómo hacer, qué sentir, qué pensar… Las palabras se intercalan con otras que piden pasividad, asegura que con el tiempo se acostumbrará a caminar con giros sobre sus propios pasos. Reconoció frases dichas por los del grupo Vida próspera. Esperan su fidelidad, que él camine guiado por ellos.

Volvió a reir sin poder contenerse hasta que se mezcló la risa con la vergüenza de cada «habrá que ser más inteligente para la próxima vez…» ahora sabía que esas palabras no escondían una broma. Apuró el último trago de la botella y la tiró en el primer contenedor que encontró, trató de ser discreto. La voz se había silenciado. Se quedó paralizado, sin saber qué hacer, hacia dónde ir, qué pensar, qué sentir, hasta que se percató que ya estaba en la entrada del lugar en donde con tristeza, vivía.

calles azules y vacías Saturnino Segundo vive triste
Azul

Al subir al piso, confundido por esa extraña visión de relatos confusos, sin contexto, ni lógica que ha tenido, deja a un lado la botella que aún le queda y agotado se tira en la cama. Con un gran desencanto cierra los ojos. Siente que alguien se sube a la cama, siente su peso, sus patas que se desplazan. Llora hasta que se quedó dormido.

20


Una rueda que gira, es lo que eres…

… Si está mal colocada la salud es vana, siempre puede ser disuelta, eclipsada y velada.

Antes de dejar el piso de Daniel. Hay desorden, el libro Malas decisiones sobre la mesa
Dejar el piso

Lo despertó la llamada de Daniel, le recuerda que tiene que dejar el piso. No tiene claro a dónde ir, pero decidido como está a romper con ellos recoge las pertenencias. Las apilas en el salón, en torno a la urna. Busca en todas sus aplicaciones bancarias el dinero que le han pedido. Se da cuenta que no llega ni a la mitad. El ir y venir con sus cosas se interrumpe de forma constante con los interminables mensajes de Daniel, a los que se le suman los de Anier: «¿Qué pasa que no has venido?»; «ya no sé qué decir en RRHH😡»;«aparece, o ahora sí te despiden»

Decidió escribir una carta, un poco para aclarar sus ideas, un poco para sí mismo, un poco para aclararlas a terceros.

—En verdad la intención no es relevante, pero ¿servirá para calmarme? —dijo en voz alta Saturnino Segundo, que ya comienza hablar al aire.

Después de varios intentos, termina de escribir unas líneas, que expresan con claridad lo que piensa. La deja en la mesa, al lado de la urna. Se prepara para salir, pero se da cuenta que no ha recogido las plantas de la ventana. Va a buscarlas y un ruido llamó su atención, se paraliza, con la mirada recorre el salón, no ve a nadie. Vuelve a la ventana para coger las macetas.

Primer plano de la Carta. En el salón del piso de Daniel. Sobre la mesa: la urna con las cenizas del gato negro (Bram), el libro Malas decisiones.
Carta

Saca medio cuerpo a través de la ventana, también busca a la abeja.

—Sé que no lo soñé —dice en voz alta.

Sigue la búsqueda de la abeja por las macetas y sus pensamientos se dispersan: Vuelven a la conversación con Daniel; con Víctor; a las que ha tenido con sus compañeros del trabajo; con Lucía; hasta con la misma Anier…, se da cuenta que no pertenece a ese grupo… «Es cierto, no todos pueden hacer aquello que se proponen» piensa con nostalgia, por lo que pudo ser… aunque está contento con la decisión que tomó.

Comienza a cantar en voz baja: «Me siento hoy como un halcón… herido por las flech…» con esta canción llega otro ruido, voltea y de golpe el vacío se apodera de su cuerpo. No puede volver atrás. Luego de la desesperación inicial entendió que el tiempo ya no serían minutos, el eón sería ahora su medida. Siente la caricia de Bram en el rostro y la abeja revolotea a su lado con un zumbido que calma la fuerte brisa.


Se escuchó un golpe seco, inusual. Algunos vecinos se asoman en sus ventanas para averiguar de qué se trata. Ven el cuerpo del inquilino del piso 10, estampado en el pavimento. La gente comienza a gritar opiniones y hacer preguntas:

—¿Qué le habrá pasado?

—Ayer noche hablé con él…

—¿Qué ha pasado?

—Era un tipo muy tranquilo…

—Pero… ¿cómo es posible?

—…Desde aquí veo los cristales ¡cerrados!

—¡He! los de abajo, ¿qué ven?…

ventanas de un gran edificio azul enfrente del Piso de Daniel con gente asomada y gritando
La gente grita

Alguien llamó a emergencias mientras los gritos van en aumento:

—¿Qué ha pasado?

—Sí, también los veo, pero puede que sea la brisa, que angustia…

—Los cristales, los cristales…

—Ya bajo yo…

Comentarios que se sobreponen unos con otros, con histeria, al aire, sin respuesta alguna.

Abajo, alrededor del cuerpo, se formó un circulo de curiosos que también participa del alboroto general. Víctor y Daniel aparecen de la nada y se dispersan en el grupo de curiosos.

—¿Qué le pudo haber ocurrido…? —pregunta un transeúnte a Víctor, quien responde sin apenas inmutarse:

—No sé qué pudo haberle ocurrido, es probable que tuviera algún problema. A lo mejor no se lo dijo a nadie… lo podían haber ayudado… Parecía un hombre inteligente…

Las especulaciones, los rezos, las peticiones de auxilio y sábanas para cubrirlo, las opiniones y las peticiones de calma en espera de la policía… sirvieron de telón para romper esa posible conversación y que Víctor pudiera desplazarse, para confundirse dentro de la pequeña multitud que se había formado.

Al llegar la policía y los servicios de emergencia, se pusieron a trabajar de inmediato. La multitud susurra mientras se alejan lo suficiente para evitar ser considerados testigos del hecho, pero atraídos por el escándalo de la noticia no se atreven a marcharse.

Se escucha a lo lejos un coche que al pasar, no bajó el volumen de la música

🔊 ♪♪ Y dibujaron su muñequito e´tiza ♪♫♫ En la acera ♪ ♪que pena! ♪♪

Los presentes imaginan sin mucho fundamento diversas versiones sobre lo ocurrido. Coinciden en que era un hombre solitario, taciturno, que por depresión se ha suicidado. Alguno comentó haberlo escuchado hablar con un amigo a horas muy avanzadas «¿tendrá algo que ver?»

Algún vecino informó a la policía que un amigo del muerto está en el grupo de curiosos y señala a Daniel. De inmediato lo interceptaron para preguntar:

—¿Cuál es su relación con el difunto?

Daniel tuvo que dar la cara y explicar que era el dueño del piso, que llegó a buscar su alquiler como habían acordado. Muestra el registro de su móvil y la llamada que hizo a Saturnino Segundo, esto ayudó con la identificación.

Dos agentes le piden a Daniel que los acompañe al piso. Víctor queda oculto entre el grupo de curiosos.

Caminan juntos hacia el ascensor y no se percatan que a su paso Daniel dibuja huellas azules viscosas, ni notan su olor desagradable a pescado descompuesto, o al menos no dieron señal de haberlo hecho.

Ya en la puerta de entrada al piso, los agentes están cada uno a un lado de Daniel, esperan que introduzca la clave para abrir.

Al introducirla los agentes se miran.

Si no recuerdas puedes buscarlo 👉Ver palabra clave 👈

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