El cálido abrazo que recibe al llegar le hace comprender a Saturnino Segundo que estaba equivocado en cuanto a Bram: no está nervioso sino más bien relajado, a gusto, algo hambriento, deseoso de hablar y con ganas de escuchar sobre el día de Aarrnino, como acostumbra llamarlo. La alegría de verse por fin la podían manifestar sin tapujos, están solos.
La conversación fue un poco atropellada y eufórica ante la posibilidad de mudarse. Empezaron los proyectos que Saturnino Segundo escribe de manera concreta y específica sobre varias hojas de salvia: un piso cómodo, con grandes ventanas (como le gusta a Bram) y cercano al trabajo (para mayor comodidad de él)…

Coge de las almohadas las otras ramitas, «ya las tiraré al día siguiente lejos del hostal, de espalda al contenedor, para que no se devuelvan en nuestra contra.» Pensó mientras las metía en una bolsa que ata a la ventana. Esta vez sí van a respetar el ritual: esperar soñar con ellos al menos una de las tres noches.
Conectó los altavoces al móvil y Bram escuchó una voz melódica, a la par que la de Aarrnino repite las palabras de Víctor mezcladas con sus impresiones: de cómo sintió que lo observaba con mucho detenimiento «como si estuviera de cacería. Ya sé cómo se siente una cucaracha que es perseguida»
🔊 …A la sombra en el oasis ♫ que me inventé..♪♪
Saturnino Segundo enumera las ventajas y desventajas de la propuesta de Víctor, sin darle tiempo a Bram de participar de forma activa en la conversación. Este supo que no podría opinar, así que se lo tomó con calma. Posó su mirada sobre el aturdido Aarrnino y escuchó el un monólogo lleno de preguntas y temores.
Bram, que lo conoce bien, duda en verdad de su capacidad para tomar buenas decisiones, aun así lo apoyará una vez más de forma incondicional. Comprende que necesita «ayuda extra» para desvelar sus presentimientos. Por esa razón él, que se considera sabio y un experto en intuición, se dedicó a contemplar la noche a través de la ventana, deja Aarrnino solo para que se centre en la lectura de las barajas españolas. Era la única manera de apoyarlo en esos momentos de «consultas»

Las preguntas y respuestas se escuchan entre susurros: «Volver a la casa de mis padres»; «¡Cambios…!» Saturnino Segundo leía a través de los reyes y caballos, pero…
¿Qué hacer?
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