Permítanme evitar la rutina

Según la nueva costumbre llegó muy justo de tiempo para el café de pre-jornada. Esa mañana no hizo bromas ni se preocupó en comprobar si su trabajo era el cuestionado en esa ocasión. Se movió despacio, se centró en cada sorbo del apurado café. Intentó estar ausente. Su vista siguió a una absurda abeja que revolotea por el follaje del fondo de estancia, con la fila de máquinas dispensadoras de café, aperitivos y toda clase de bebidas. Las opiniones sobre él dejaron de importarle a raíz de su charla con Anier la tarde anterior. Además había visto con Bram que las barajas le recomendaban «prudencia» y ya había hablado bastante según le pareció.
Sin embargo algunas voces se colaron en sus oídos. Los nuevos y antiguos rumores se confabularon para que rompiera su estudiado mutismo:
—En realidad la imagen no se ve bien… —dice para los que tratan de ponerle al día. —Y eso de que «inventa fuentes para citarlas en la investigación» lo dije yo, estaba bebido y fue una broma que no se entendió… ¡claro que es rigurosa en lo suyo! —Sus palabras caen en una cama de murmullos indescifrables para él.
La jornada es lenta y dolorosa. La tan ansiada hora del descanso sorprendió a Saturnino Segundo con un hambre atroz. Se dispuso a comer y de nuevo los convocaron a la sala de conferencias. Explicaron las otras medidas con respecto a los aparcamientos, áreas comunes, y otras cosas que consideraron de interés:

📢 … Moveremos ese enjambre de abejas por seguridad. No se preocupen, pero si ven algún otro avisen, dejaremos el número en recepción. Es por el bienestar de todos, no se preocupen, las llevaremos a un lugar más seguro, las protegeremos…
Dijo Daniel, quien preside de nuevo la reunión, luego continuó con explicaciones varias sobre la importancia del trabajo en equipo y la solidaridad entre compañeros.
Las palabras de Daniel se pierden en la mente de Saturnino Segundo, hasta el punto en que no logró escuchar ni siquiera un fragmento. Buscó con la mirada a sus antiguos compañeros de charla y café sin saber si los añoraba en realidad. No los vio. A su lado otros también parecían buscar a alguien con disimulo. Se quedó en calma. Deseó que terminara pronto la reunión para comer algo pero, al concluir, ya era la hora de volver al puesto de trabajo.
En el grupo del que forma parte a través de su teléfono móvil no tuvo más notificaciones, lo que le pareció un hecho curioso. Hasta el momento de ser convocados a la sala de conferencias, las conversaciones triviales de los mensajes y los emojis varios no pararon de llover, como era costumbre.
Saturnino Segundo no había olvidado la invitación a la tertulia de la tarde anterior. Había que tomar una decisión:

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