Han transcurrido varias semanas desde el desafortunado encuentro con Manuel, en aquella cena llena de altibajos para Carmen M. Sosa quien aún no perdona ese incidente y a pesar de las explicaciones de él, no puede evitar sentirse burlada.
Carmen M. Sosa se mueve entre sentimientos encontrados: extraña las alegres conversaciones con Manuel, pero no lo perdona, ni a la familia, por la jugada traicionera. Decide que, por los momentos, la distancia es la mejor solución.

En apariencia su vida transcurre igual, con las mesadas de su padre sobre la mesita de noche. Dinero dejado a hurtadillas que le permite continuar con la búsqueda de empleo y las visitas al café.
Ese día, luego de un par de entrevistas de trabajo, que dejaron un sabor a desesperanza en sus labios, se dirige al lugar de costumbre y pide solo un café, para el disgusto del mesero que no puede convencerla de probar «la tarta del día», esa que el dueño necesita vender.
Al poco tiempo de estar allí y casi por casualidad, se encuentra con su amiga Montse. Alfredo no pierde detalles del encuentro. Como tampoco lo hacen los asiduos al lugar, quienes también acostumbran observarla. Definitivamente se divierten con especulaciones sobre la vida de ella. Juntos construyen rumores sobre sus aspiraciones, sentimientos, circunstancias, relaciones y todo lo que sus mentes creativas decidan abordar. Así cada uno justifica su tiempo en el café y alimentan sus propias creencias.
Carmen y Montse deciden almorzar juntas. La charla es la que corresponde a la circunstancia, con los acostumbrados eufemismos sociales para romper el silencio de tantos meses sin verse, a pesar de que Montse, desde que se saludaron y tomaron asiento en el café, no ha dejado de ver su móvil y sus hábiles dedos escriben respuestas rápidas a la conversación que mantiene con alguien mientras levanta la vista de vez en cuando para asentir con la cabeza y soltar frases azarosas. Aun así, Carmen se atreve a iniciar una conversación y contarle, sin mencionar algunos detalles, lo ocurrido en su casa durante la incómoda cena.
—¿Cómo sigues de tu nomofobia? —pregunta Carmen, que se interrumpe así misma, un poco molesta por la falta de atención hacia su problema con Manuel. —¿Jordi y el pediatra te siguen machacando?
—Ellos están bien, cambié de pediatra y listo… solucionado —indica Montse con desdén y ante la ceja levantada de Carmen agrega: —mi nomo… qué? yo no tengo ningún problema.
—Te pregunto porque veo que aún no te puedes despegar del móvil, pero dime ¿respondo las llamadas de Manuel o me olvido de él? —termina de decir Carmen que no quiere entrar a discutir lo evidente, sino que está entusiasmada de recibir algún consejo.
—No entiendo por qué lo responsabilizas a él, si también fue engañado —dice Montse con la mirara fija en los ojos de Carmen. —Ves como sí presto atención, no tengo ningún problema con el móvil, puedo dejar de verlo cuando quiera.
—¿Y si vuelvo a participar en el chat classromm7? —pregunta Carmen.
Montse, quien ha tomado de nuevo el móvil, asiente con la cabeza y dice:
—Mira estos chistes en Vida Próspera, a ver si te animas. —Le muestra el móvil y pasa la pantalla para que los pueda ver uno a uno.
A Carmen no le interesa el chat, pero no quiere ser grosera así que sonríe y les da un vistazo. Repara en uno que tiene muchas reacciones:
—Pero si S365 eres tú, ¡son tus chistes!
Montse levanta la vista y un poco molesta responde con una violencia reprimida:
—Sí yo soy S365, pero ¿Qué tiene que ver el grupo con lo que pasó?, por otro lado, por mucho ajedrez que juegues está visto que no serás muy inteligente, repito ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?
El mesero Alfredo aprovecha el segundo de incómodo silencio que se produce entre ambas, interrumpe el duelo de miradas y coloca dos vasos de agua sobre la mesa.
—¿Van a querer postre? tenemos una tarta recién hecha… —Dice el mesero Alfredo y continúa con la explicación sobre la delicia del día. Las mujeres retoman sus posturas sobre la silla y sonríen con amabilidad. Luego de escucharlo, cada una hace su pedido.
Alfredo se aleja. ¡Dos tartas de chocolate!, anticipa el reclamo del dueño: «¡Las tartas del día, Alfredo, las tartas del día!!!» Antes de llegar a la barra se acerca al grupo de asiduos que espera impaciente las novedades de la chica solitaria.
—La familia está enterada de lo que le ocurre a la pobre chica y a juzgar por la tensión con su amiga la presionan para que se case con el chico, el tal Manuel —dicho esto se dirige a la barra por sus tartas, resignado por el discurso que seguro tendrá que oír. Atrás deja a los demás con sus especulaciones, luego volverá para aportar más información y dar a conocer sus teorías sobre lo que le ocurre a Carmen.
En la aislada mesa, ajena al chismorreo, Carmen y Montse continúan su conversación mientras terminan el almuerzo que se interrumpe de forma constante con los videos que Montse se empeña en compartir con una Carmen cada vez más abrumada. Ese rostro abatido de Carmen lo ven los asiduos al café y con miradas confirman con Alfredo las noticias elaboradas y compartidas entre ellos.
Carmen nota que las miradas recaen sobre ella y empieza a incomodarse. Montse no repara en ello porque no deja de ver su móvil, cada vez está más nerviosa, sus dedos se mueven a una velocidad que asusta y mantiene fragmentos de conversaciones, de forma desordenada, con sus amigos online y con Carmen.
—A ver, a ti te interesa Manuel y por lo que entendí tu familia pisoteó tu privacidad y se entrometió en tu relación con él —dice Montse de repente. Se interrumpe para responder un mensaje. Carmen mueve la cabeza en señal de afirmación. —Entonces ¿Por qué te alejas de Manuel y además por qué te quedas aislada de la actividad que decidiste realizar? ¡Bien sabes lo divertido que son las relaciones online y lo abrumadora que son las presiones familiares!
La conversación se interrumpe con la presencia de Alfredo que de manera elegante y pausada coloca las porciones de tarta en la mesa, mientras fija su atención en la conversación y gestos de las mujeres. Esos momentos lo aprovecha Carmen para tomar su móvil y buscar a Manuel, decide enviarle un mensaje.
Bastó con un simple «Hola» y una carita sonriente para que volviera a ser el mismo, de inmediato respondió para pedirle que se vieran esa tarde. Montse no se da cuenta de esa breve conversación, ella sigue con sus múltiples actividades en las redes, pero Alfredo, el mesero, si se da cuenta de ello.

Transcurre un tiempo y Montse debe volver a su trabajo. Antes de despedirse Carmen le vuelve a pedir ayuda a Montse para encontrar «algo» en su lugar de trabajo, la petición la hace por costumbre o por desespero.
—Sí, no te preocupes, ten paciencia —dice Montse, sin dejar de responder los mensajes en su móvil.

Carmen sospecha que eso no va a ocurrir, piensa que es probable que ni siquiera la haya escuchado. Se despiden con un leve abrazo. Montse con su mirada fija en el móvil le dice ¡Suerte! y Carmen ratifica que no la escuchó.
Se va triste y pensativa. Ambas toman caminos diferentes, con otros rumbos.
Saludos, es interesante relato y te felicito por ello.
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Gracias wp4oka. Un abrazo 🐾
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A la orden!
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