El silencio se ha instalado en la vida de Carmen M. Sosa. Sus rutinarios días pasan en blanco y tan solo se asoma algo de color al llegar por las noches Manuel, eufórico y parlanchín. Llega con nuevos juegos de palabras que se pueden interpretar de diferentes maneras. Algunas veces se inventan bailes antes o después de las cenas para llenar esos momentos con mímicas y retomar la alegría de estar juntos.
Aunque Manuel utiliza frases que necesitan ser explicadas muchas veces, Carmen está feliz de que otra vez hable con la alegría que lo caracteriza.
Para comprender esa nueva jerga que él utiliza en sus cortos monólogos y que ella por más que se esfuerza no entiende, revisa a diario el chat del grupo Vida Próspera. En esa búsqueda encuentra las mismas expresiones en diferentes comentarios, pero con significados distintos en cada ocasión. Esta diversidad de interpretación de los términos la confunde y genera una curiosidad mayor «¿Será que no presto atención? ¿Qué me estaré perdiendo?» es lo que se pregunta a sí misma.
En esa exploración por el chat descubre una conversación que la aleja de su búsqueda inicial, allí halagan a uno de los participantes por su óptima transcripción de datos en los informes. Sigue el hilo y encuentra varias felicitaciones a ese miembro del grupo por su promoción en el equipo. Carmen recuerda que ella se destacó en sus años de estudiante por su excelente ortografía y redacción. Se queda pensativa: «Si este individuo logró un ascenso, yo puedo abrirme camino en el mundo laboral». Decide volver a ejercitarlos y prepararse para un trabajo donde pueda poner en práctica estas habilidades.

Busca en los libros que Manuel ha llevado a casa, encuentra algunos temas que le permiten realizar las viejas prácticas que acostumbraba hacer: copiar un párrafo y escribir a su lado otro con la misma cantidad de palabras, pero que expresen lo contrario. Pasa la mañana con este ejercicio y al terminarlo sigue con el siguiente que consiste en reducirlo a la mitad, sin perder la esencia de la idea. Al llegar la noche Carmen tiene realizadas varias actividades.
Durante la cena le habla a Manuel de esa tarea. Él sigue la conversación con mucho interés, le pide detalles y le propone transcribir un párrafo con las ideas que escucha a escondidas en el trabajo. «Así tú tienes un nuevo material para practicar y al mismo tiempo le buscamos el significado a esas enigmáticas expresiones que ellos utilizan y a las que les dan tantas interpretaciones. Son tan complicadas las explicaciones que yo, a pesar de estar presente, me pierdo con sus palabrerías.»
Deciden reproducir esos fragmentos que Manuel recuerda, para que Carmen las utilice en sus próximas composiciones. Bajo la atenta supervisión de la extraña abeja que ha decidido acompañarlos en sus conversaciones nocturnas, después de cenar, se ponen a seleccionar las frases que él escuchó esa misma noche, hasta que forman un párrafo que se ajusta a la idea que él cree fue la expresada en la reunión.
Luego se van eufóricos a la habitación, han encontrado una nueva manera de llenar de colores su universo.