Amor incondicional. Parte VII

Esa mañana, antes de salir, olvidó revisar los cuencos. Se dio cuenta de ello al llegar al trabajo y preocupado, decide que lo sensato es irse más temprano para reparar su error. Al volver a su casa, corre a la cocina, toma los platos, los lava. Uno lo llena con agua fresca, el otro con alimentos. Luego, se sintió libre para respirar.

Desde el salón, lo observan con curiosidad. Cuando él se percata se acerca con los brazos abiertos y lo saluda, luego, lo lleva hacia los platos. En la mirada de su nuevo compañero no percibe ni un atisbo de reproche, a pesar de que, por la forma en que comió y bebió, se encontraba sediento y hambriento. 

Después que éste sació sus necesidades lo cargó, y con sincero arrepentimiento, le prometió no salir sin antes revisar los recipientes. El dulce minino lo mira con ternura, responde a sus caricias con suaves ronroneos. Luego se pone a jugar, pero sin perder de vista a su amigo humano. Algo en su instinto felino le indica lo limitado que él puede ser.  

Por la tarde él se dirige al baño para bañarse y al salir encuentra frente a la puerta a su amigo, con cara de preocupación. Ese gesto, aunque no lo comprende, le parece curioso y se limita a darle una suave caricia en su cabeza. El minino se arquea cariñoso y entra a la habitación aún húmeda para inspeccionar. Ahora es él quien lo observa desde el salón. Al cabo de un rato el gato sale sin hacer ningún gesto extraño y él se dispone a buscar una buena película en la TV. Se acuesta en el sofá y el felino se acomoda cerca de él, sin dejar de contemplarlo. Su mirada insistente parece decirle algo que no logra descifrar. Por instinto agarra una cinta y se pone a moverla. De inmediato el pequeño comienza a jugar y él no tiene más opciones que incorporarse para poder participar. Al cabo de un buen rato, en donde ambos quedan agotados, se acurrucan en el sofá para divertirse con el film que había seleccionado. El gatico permanece acurrucado a su lado y emite suaves ronroneos.

Entre las emocionantes escenas del film, comparten la cena. El minino parece disfrutar de la actuación del protagonista, sigue sus movimientos con los ojitos muy abiertos. La cola hacia arriba revela lo feliz y contento que se siente, aunque en los momentos de más acción la mueve rápido para indicar que, en caso de que su amigo se encuentre en peligro, está listo para entrar al combate. Se posa delante de la TV con extremado sigilo. Él comprende estos gestos y se enternece. Jamás se había imaginado que una bolita de pelos le enseñaría lo que era el amor incondicional.

A partir de ese momento él prestó más atención a su amigo felino. No olvidó revisar sus cuencos de agua y comida, tampoco volvió a dejar la puerta del baño cerrada. Dedicó tiempo para jugar y realizar actividades juntos. También, a la hora de dormir, dejó un lugar para compartir con él.



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