Tazas de café la muerte jarrón y seis margaritas

Lo inútil de la vanidad frente a la certeza de la muerte

Hay quienes se regodean en el virtuosismo de tal forma que podrían encajar en la definición habitual de vanidad. Ese virtuosismo que está más allá de la propuesta misma y que al final queda a un lado para dejarnos observar una impecable técnica/ejecución sin nada que enriquezca la idea inicial o sugiera otros caminos.

Algunos se regodean hablando en círculos para decir cosas simples, hacen  aportes muy técnicos a su género que solo pueden apreciar los entendidos e incluso los que en el pasado han realizado buenas obras logrando algún éxito/reconocimiento para  luego pavonearse por los diferentes escenarios sin más propuestas que los de ese pasado, como si su ego no les permitiera ver más allá de sus antiguos logros. Es interesante porque ni el marketing puede hacer que el espectador deje de observar esa vanidad del «Yo sí puedo: juzgar… decidir… cantar… bailar…cocinar… porque en algún momento estuve en los primeros puestos del rating».

Preguntas multiplicadas en las tazas de café que queda dispersas por toda la casa.

Cuando la vanidad se refleja en el arte se crean formas y/o tendencias interesantes

Una cosa curiosa sobre este término es que la vanidad en la pintura no se entiende como soberbia u orgullo, sino como vacuidad, insignificancia (como en la expresión «en vano») y se designa a una categoría particular de bodegón de alto valor simbólico. Aquí no quiero ser «políticamente incorrecta» nombrando a los «grandes» con aportes muy técnicos solo para entendidos y que los demás admiran para no parecer menos, sino que voy a mencionar a un gran virtuoso: el Caravaggio, cuya obra continúa abriendo otros caminos a diferentes generaciones (si él era o no soberbio, no viene a cuento) pero su obra es interesante no solo por su composición y técnica sino por lo que representa y sugiere.

En cualquier caso cuando la vanidad se refleja en el arte se crean formas y/o tendencias interesantes, si la técnica tiene un valor artístico en sí mismo o si es un mero instrumento para transmitir algo más «humano» más universal es asunto para otra nota, pero de momento:  ¿qué ocurre cuando la vanidad está en el artista? ¿Su ego lo lleva a crear una obra trascendente o simplemente lo arrastra perdiendo su rumbo? Estas preguntas me han acompañado por mucho tiempo ya que me ha tocado de cerca una persona que perdió su camino cuando el monstruo de las alabanzas se le presentó y esta fue la base de Malas decisiones. Uno de los personajes principales fue un artista muy capacitado, en la novela no es artista, pero si un individuo intelectualmente potente que  pierde sus objetivos abriendo la puerta a la formación de un grupo de personas que van tomando el control del entorno anulando todo lo que le rodea, aislandolo. No es una novela biográfica, así que cuando Onagnaz (el personaje en cuestión) encuentra la muerte ve los verdaderos rostros de esos supuestos amigos y admiradores (desafortunadamente a Ellos también los conocí) que, con sus halagos, anularon su ingenio y su vida. Antes de iniciar su último viaje la muerte le presenta a un ser indispensable para nuestro mundo, pero que es inapreciable para muchos, Onagnaz le pide que le diga a su esposa (Anier) lo que él no tuvo tiempo de decirle. Este ser nos cuenta esta historia que no es de amor sino de Ellos.

A lo mejor aquí pequé de vanidosa al tratar de dibujar con palabras a estos personajes tan dispares, a lo mejor también hablé en círculos, con personajes como la muerte, el viento, las abejas, todas sus hijas…Intentando dar solo la información indispensable para que el lector los identifique. La escribí tratando de transmitir lo inútil de la vanidad frente a la certeza de la muerte. Hay muchos ejemplos dentro de la vida de los «grandes» que fueron arrastrados, a los que los demonios se lo llevaron y a pesar de convertirse en «divos» su legado queda de alguna u otra forma y según muchos otros factores son universalmente reconocidos o no. Pero ¿y esos que no son tan «grandes»? que no se comportaron como «divos» sino que son elevados como espuma de lavadora por el entorno, sin darles la oportunidad de medirse realmente con ellos mismos. ¿Y los que no son artistas pero están en la misma dinámica?  Al final ser virtuoso puede aportar mucho, pero ser vanidoso te lleva por un camino empedrado con falsos halagos hacia el peor de los destinos: Anular tu propio ingenio y tu vida.



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