Como de costumbre llegó al trabajo al mismo tiempo que los compañeros más asiduos a las habladurías. La charla empezó en torno al tráfico. Quejas en forma de relatos sobre pequeñas molestias del trayecto, esas que pasan con frecuencia.
La frase: «El problema real es que …» suele cerrar la particular lluvia de ideas con la cual se entretienen y da pie para comenzar hablar sobre la verdadera cuestión que mantienen presente en sus mentes: Buscar la mejor solución ante lo mal que están todas las cosas y así demostrar que son personas en verdad inteligentes.

Pasado este ritual se disponen a compartir críticas sobre el trabajo de algún participante del proyecto. Se alivió al comprobar que el suyo no era el cuestionado, no en estos cuchicheos.
Continúan las bromas hacia el afligido compañero, como si se tratara de un sano juego en el que Saturnino Segundo participa:
—La próxima vez tienes que ser más inteligente… —dice para descargar su propia frustración sin importar el visible desasosiego del cuestionado.
—Molina necesita una novia —Se alzó una voz por encima de las otras. Su turno para estar bajo el foco de críticas había llegado.
«¿Y eso que tendrá que ver?» se preguntó para sí mismo Saturnino Segundo.
—Lo bueno de la vida no debe ser solo para algunos —dice otra voz estridente. —Una novia te puede ayudar con la combinación de tu ropa —Continúa mientras señala a Saturnino Segundo.
Luego se desata un aluvión de ironías sobre lo desatinado de su ropa. Saturnino Segundo, también entre bromas, se defendió como pudo para no mostrar lo incómodo que se sintió ante lo que pareció un imperdonable error.
—Un momento, un momento… —Se escuchó entre las risas. Lo había dicho una que pretendió ponerse seria y explicarle a Saturnino Segundo la situación, pero fue incapaz.
Otro, con los brazos en alto como si fuese un orador ante una multitud, dice:
—Unifiquemos criterios por favor. Hagamos limpieza de significados equívocos y que el pobre Molina nos entienda —continuó con voz estridente y unos dedos largos que hicieron pequeños círculos imaginarios con el índice. — No te ofendas, pero todo debe reflejar prosperidad.
Saturnino Segundo volvió a revestirse de falsa dignidad. Hizo una mueca de desagrado al ser señalada su camisa, pantalón, zapatos y a todo él por secciones.
—¿Ah? ¿Y comprar al por mayor en azulandia? no, gracias —dice mientras devuelve el gesto sobre los que están vestidos con toques del mismo tono de azul y que lo hicieron sentir tan incómodo.
—Ya, en serio… piénsalo —dijo otro al colocar el brazo sobre el hombro de Saturnino Segundo. Su voz ocultó la molestia por el comentario sobre sus ropas, de las que no había nada que objetar. Habían sido estudiados con sumo cuidado por alguien que sabe lo que dice, pero esto lo desconocía Saturnino Segundo así que lo dejó pasar y continuó: —Hay que buscar la armonía interna, eliminar la discrepancia en nosotros mismos. Eso debe reflejarse, a eso se refieren con lo de prosperidad. No te ofendas, no es otra cosa.
—A mí eso de mostrar la armonía interna me confunde… —interrumpió alguien con cara de verdadera preocupación. Al escuchar esto las risas pararon.
La conversación siguió con un tono de preocupación vital, de algo muy profundo e importante, sin que Saturnino Segundo pudiera entender con exactitud de qué hablan. Fue ignorado hasta que, ese que aún tenía la mano sobre su hombro, le susurra: «Son ideas que desarrollamos al reunirnos por las noch…» No pudo terminar la frase, liberó el brazo de Saturnino Segundo y se movilizó como los demás, para abrir paso.
Entró Víctor por su café, al parecer la reunión matutina de los directivos del proyecto terminó pronto.

Hizo gestos con la cabeza y cada uno pensó que era saludado de forma individual, especial. Al llegar el turno de Saturnino Segundo hubo una pausa. Víctor posó sus ojos sobre él y dijo:
—¿Te ocurre algo? ¿Estás bien?
Saturnino Segundo no está acostumbrado a exponer sus problemas por lo que su respuesta es torpe, dispersa. Habla sobre el tráfico, el café que tiene en sus manos, las abejas «aparecen en todas partes, curioso, ¿verdad?» Víctor lo escuchó y observó en él más angustia de la habitual. Ante sus ocurrencias sonrió sin perder su actitud de hombre formal.

Dijo al darle una palmada en el hombro que estremeció al aturdido Saturnino Segundo. Luego salió con su caminar pausado para perderse en el único pasillo que lleva a los cubículos de trabajo.
—Ya sabes… si quieres mejorar tu situación… —añadió otra voz, que también le dio una incómoda palmada en el hombro.
—¿Mejorar mi situación? ¡Haberme pagado el café! —dice Saturnino Segundo al aire.
Antes de entrar en el pasillo pensó: «¿Será esta la conversación que dijeron las barajas… con el hombre de poder… en el trabajo…?»
—Saturnino… ¿Te pasa algo? —Lo sorprendió la voz de Anier a medio camino de su cubículo. Volvió a pensar: «ah y ahora ¡la mujer! En cualquier caso me vienen cambios»
Recuerda las barajas:

Ase de copa invertido, caballos enfrentados que señalan conversaciones, pero ¿con quién hablará Saturnino? ¿Cuál de las señales seguirá? elije un grupo de carta: 🤔
Nota: Caballos enfrentados señalan conversaciones. | ||
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Dos de oro: impedimentos. As de copas invertida: Necesidad de cambio | Sota de copas: persona influyente. Deposita en el consultante amistad, y probablemente, un amor sin sitio para el engaño. | Rey de oro: Pronostica la aparición de una persona de posición respetable Probabilidad de unión duradera |