Carmen M. Sosa: encuentro in-tranquilo (5)

Nuevo día y la duda la abruma otra vez. No sabe si continuar con el engaño y fingir que va a trabajar o se queda en la cama para afrontar las consecuencias de contarlo todo.

¿Qué puede inventar para ganar tiempo antes de explicar que ha perdido el trabajo el mismo día que lo encontró? Esa es la cuestión que trata de resolver Carmen M. Sosa encerrada en su habitación, pero sus dudas la abandonan al sonar el teléfono móvil. Lee lo que parece un breve mensaje. Se apresura a escribir «¡Perfecto!».

El mensaje de Montse ofrece una solución para su problema mañanero. Aunque el hombro aún le duele y es difícil vestirse, se apresura. Antes de salir de su casa le dirige un leve saludo a la familia, como si llevara retraso. Le responden con las acostumbradas burlas sobre su ropa, adornos y complementos.

Llega muy temprano al café del encuentro. Camina por los alrededores para ganar tiempo y al darse cuenta que la hora de la cita se aproxima se sienta en una mesa discreta con vista al parque. Al rato de estar allí aparece Montse. Nerviosa y descolocada habla con absurda velocidad sobre el clima. Carmen teme que no va a ser la tranquila reunión que esperaba.

—Una pausa Montse, ¿un café no sería mucho para ti ahora mismo?, mejor te pido una infusión ¿verdad?.

Montse asiente con la cabeza sin apartar los ojos de su teléfono. La inquietante mirada fija en el móvil que está sobre la mesa le da qué pensar a Carmen: «Estará esperando alguna llamada importante», pero no preguntó eso, se limitó a decir: —¿Ya has desayunado?

—¡Tengo un nudo en el estómago! Perdona, pero es que estoy susceptible. —Se excusó Montse ante lo seco de su tono —mejor la infusión, solo eso —dice ahora más pausada —sí eso estará bien… fue lo que dijeron que tomara… espera, ¿fue algo de unas flores? o ¿manzanilla?

Al acelerarse de nuevo está a punto de voltear el teléfono móvil para mirar la pantalla, pero en el mismo gesto lo coge con ambas manos y se lo acerca al pecho, se resiste a mirarlo.

—¡No! ¡No! ¡No me acuerdo! —Carmen se asusta con el grito ahogado y reprimido de su amiga.

—¿Pasa algo? —pregunta con media pierna ya fuera de la silla, pero sin atreverse a dejar la mesa.

—No recuerdo qué debo tomar si me pongo nerviosa — responde Montse soltando el Smartphone como si le quemara y enseguida se derrumba: —Tengo algo que confesarte.

Carmen intrigada se incorpora en su asiento.

—Dicen que sufro nomofobia. —Confiesa Montse entre susurros.

Al advertir que Carmen no sabe sobre qué le habla, Montse explica lo del intenso pánico a no estar conectada a las redes, pero ella se pierde una buena parte de la información al dedicarse a navegar a través de sus propias fantasías sobre lo que le cuenta: «Distraída, miraba memes y mensajes…»; «Pero no soy mala madre de verdad, créeme por favor, Jordi ya me lo advirtió que tengo que cambiar o si no… no quiero ni pensarlo. Por eso es importante que me acuerde por mí misma que infusión tomar, sin mirarlo».

—Mirarlo ¿en dónde? —reacciona Carmen.

—En Vida Próspera —dice Montse — ¡sabes a cuál grupo me refiero! Que yo te he visto, reaccionas poco, pero ahí estás.

—¡Ah! ¡Tú eres S365! Sí, leí lo que pusiste. Manzanilla, ¡te recomendaron manzanilla! — dijo Carmen antes de ponerse en pie e ir por las bebidas. Emocionada pensó llena de alegría: «¡Si! conozco a alguien que pertenece a ese grupo».

Mientras Carmen se encuentra dentro del local suena una musiquita metálica que anuncia una llamada en un móvil lejano. Montse de un solo gesto coge el suyo y revisa rápido sus notificaciones, trata que nadie note su desliz. Al llegar su amiga con las bebidas, el teléfono está en la mesa como si nada hubiese pasado.

—Si necesitas dejar esa adicción ¿Cómo es que lo haces a través de un grupo virtual? —Se atreve a preguntar Carmen ya totalmente involucrada.

—¡Oh no! Claro que no, qué tonterías dices. —Montse se regodea en su problema, relata con exceso de detalles la escena que desencadenó la visita a su terapeuta: “Una regañina del pediatra ha sido responsable de que ahora yo tenga que ir a terapia” Atinó escuchar Carmen mientras se esfuerza por ponerle cara a ese niño que nunca ha visto.

—Ya luego Jordi me hizo ir con un terapeuta que me explicó lo que tenía, también me informó que no era para tanto. Ya lo decía yo, con ocho años nadie se muere por un bocadillo, pero según él y el pediatra, los dolores de barriga del niño fueron por comer platos fríos. “Panees rellenuus con cualquiiiier cuuuosa” dijeron. —Esto último lo dijo imitando lo que Carmen supuso eran las voces de ellos. Fue gracioso. Ambas rieron.

—He dejado a ese terapeuta. Ahora estoy con Daniel y Víctor ¿los conoces? —Carmen niega con la cabeza —Ellos son los administradores de Vida Próspera, saben de estos temas. Me han ayudado mucho, fíjate el tiempo que hemos estado aquí y no he mirado el móvil ni una vez. ¿Y a Emma, la conoces? —De nuevo Carmen niega con un movimiento de cabeza. —Es la administradora de la página de ajedrez. Conoces el juego, ¿verdad? —Ante la nueva negativa, Montse se extiende en su explicación sobre el ajedrez y el grupo, pero Carmen solo escucha: “no les gusta a todo el mundo y las personas que lo juegan son consideradas muy inteligentes”.

Los ojos de Carmen casi se salen de su órbita, acaba de descubrir cómo materializar otro de sus deseos de año nuevo: «Que me reconozcan como un ser inteligente», recordó haber escrito en su servilleta justo luego de «Trabajar en algo que me guste, rodeada de personas inteligentes».

A medida que Montse habla siente un exceso de saliva en su paladar. Un sudor frío comienza a nublar la mirada, que se divide entre el rostro de su amiga y su móvil abandonado en el centro de la mesa. Aun así, continúa el relato. Carmen se acerca, quiere absorber las palabras, hacer suyos esos gestos que transmiten una revelación valiosa y la puede poner con los elegidos, las personas inteligentes.

La imaginación de Carmen vuela al visualizar un juego de ajedrez con los administradores del grupo, su nueva vida, su casa, su Jordi, su hijo…Por un instante detiene sus pensamientos y escucha que Montse continúa: —Me recomendaron que escribiera en una hoja lo que podría realizar si le dedicara tiempo a otra actividad diferente. Escribí “salir con amigas” y por eso te llamé… Además, leer o practicar yoga no va conmigo. —Carmen vuelve a perderse en sus propias fantasías, parte del recuerdo del momento cuando escribió sus propósitos y esboza una sonrisa que Montse interpreta como aprobación, así que, continúa con su monólogo sin dejar de observar el teléfono móvil de reojo. De vez en cuando lo coge con las manos sudorosas y le da vueltas sobre si mismo, en un intento de ver la pantalla así sea de forma fugaz.

El relato de Montse llega a su fin cuando de sus manos resbala el Smartphone y se cae al suelo. Carmen vuelve a la realidad y sugiere dar por terminada la reunión.

Que la pantalla se fracturara fue interpretado por ambas como una mala premonición, así que se despidieron.


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