El interrogatorio terminó con una fallida confesión. Quedó solo en la oscura alcoba. Luego llegó alguien que levantó la sábana y descubrió un rostro desfigurado.
Los labios agonizantes balbucearon: «Pónganme en una urna de cristal, quiero que todos vean lo que me hicieron».
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Se pueden escuchar los textos narradas y amenizados con buena música en Internándose En El Asilo Oscuro 58
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