El expulsado: desplomada de la cima (10) Evitar la rutina (11)

Desplomada de la cima, privada de la gloria

Con las nuevas medidas del transporte la hora de llegada es justa, agotadora. Atrás quedaron, como algo que nunca ocurrió, los cafés pre-jornadas, las bromas y las charlas inconclusas de las mañanas. Saturnino Segundo no supo si los demás pasan por las mismas incomodidades con los autobuses de la institución, no se atrevió a preguntar por temor a parecer un inconforme. Nadie habla de ello. Lo mal que va el tráfico es aún el tema preferido a la hora de descanso, con los mismos «algos de siempre» y los rumores de última hora.

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El expulsado: como nave sin marinero (8)

En la mañana escuchó en eco a los medios de comunicación y se apresuró con su rutina, sabía que no era fácil encontrar un transporte. Atinó decirle a Bram desde la puerta «No puedo usar el coche, sólo circulan los autorizados».

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El expulsado: coronado con prosperidad (4a)

Regresó a casa de sus padres y esa tarde fue igual a todas, parecía que nada hubiese pasado. Él y su «amigo» se refugiaron en la habitación, cerró la puerta con llave, dejó de nuevo a sus padres con sus voces llenas de reproches. Bram está algo hambriento, deseoso de hablar, pero también con ganas de escuchar sobre el día de Aarrnino, como acostumbra llamarlo.

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El expulsado: Venus ordena precaución (4a)

Regresó a casa de sus padres y esa tarde fue igual a todas, parecía que nada hubiese pasado. Él y su «amigo» se refugiaron en la habitación, cerró la puerta con llave, dejó de nuevo a sus padres con sus reproches. Bram estaba algo hambriento, deseoso de hablar, pero también con ganas de escuchar sobre el día de Aarrnino, como acostumbra llamarlo.

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El expulsado: poco duran seiscientas monedas (4b)

El cálido abrazo que recibe al llegar le hace comprender a Saturnino Segundo que estaba equivocado en cuanto a Bram: no está nervioso sino más bien relajado, a gusto, algo hambriento, deseoso de hablar y con ganas de escuchar sobre el día de Aarrnino, como acostumbra llamarlo. La alegría de verse por fin la podían manifestar sin tapujos, están solos.

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El expulsado: Ojos rebosantes (4c)

La alegría de verse por fin la podían manifestar sin tapujos, están solos. El cálido abrazo de Bram hizo saber a Saturnino Segundo que no está nervioso sino más bien relajado, a gusto, algo hambriento, deseoso de hablar y con ganas de escuchar sobre el día de Aarrnino, como acostumbra llamarlo.

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El expulsado: quiera la fortuna, lo que imaginé en mi mente (4a)

Frente a su escritorio, hundido en la silla, la jornada fue en apariencia igual a muchas, solo que en su mente ronda el deseo de encontrar una salida por sí mismo. La vista hacia el ventanal le recordó a Saturnino Segundo lo que dijeron las barajas: Prudencia.

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El expulsado: precaución, As de copa invertido (4a)

«Vivo nervioso» pensó mientras intentó trabajar y escuchar su música, en el cubículo que comparte con Anier.

🔉… Perdona por no hablar de lo nuestro♫ cuando tuve que hablar…♪♪

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El expulsado: sabrá comprender, pero ¿escuchar? (4c)

Se tranquilizó al pensar que podía confiar en ella, luego de haber compartido confidencias en el pasado. «Sabrá comprenderme, pero ¿escucharme?» se preguntó Saturnino Segundo al superar esos ojos color de miel que con eventualidad se posan en los suyos.

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El expulsado: sabrá escuchar, pero ¿comprender? (4b)

Fue difícil esperar a que estuviera solo. Se armó de paciencia y con palabras que denotan necesidad, logró introducirlo en el cubículo que comparte con Anier. El caminar pausado y estudiado de Víctor contrasta con los de Saturnino Segundo, quien en varias ocasiones se tropezó con sus propios pasos, al tratar de seguir ese ritmo tan peculiar.

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El expulsado: variable como la luna (20b) Una rueda que gira (21b)

Variable como la Luna

…como ella creces sin cesar o desapareces

Sin llegar a colocar la palabra clave para abrir la puerta del piso, Saturnino Segundo recibe un clip de voz de Daniel:

«Tenemos que hablar. Es importante»

Saturnino Segundo escribe de inmediato un escueto «Dime»

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El expulsado: busco aquellos que son como yo (17b)

Saturnino Segundo se despierta tarde en el sofá con un fuerte dolor de cabeza. Mira a su alrededor y se asombra ante el desastre que está el salón. Su primer instinto es hacer la acostumbrada limpieza de energía, pero abatido piensa que no sirvieron para nada, no impidió que esto ocurriera. Sin ánimos, encorvado por el sufrimiento, comienza a recoger los restos de basura, colillas, botellas, mientras murmura con reproche: «No mostraron ni el más mínimo de respeto hacia Bram». Sus palabras se ven interrumpidas al sentir una gran presión que le atraviesa el pecho y le impide respirar con naturalidad. Se sienta en el sofá y descubre a la abeja en la ventana. Ella, como única compañía mira cómo el dolor lo transforma. Saturnino Segundo enciende el incienso de flores, que tanto le gustaba a Bram.

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El expulsado: derretido (15b) Mi desnudez regresa (16b)

Derretido como el hielo

Mientras Aarrnino está en el cine Bram duerme cómodo entre los cojines del sofá. Lo despertó un sonido que viene de la puerta de entrada, imperceptible para cualquier humano. El olor a podredumbre que inunda el lugar obliga a Bram a sacudir la cabeza, y a la abeja que se encuentra en una maceta, a buscar refugio en otra planta por fuera de la ventana. Desde allí le llega la brisa de la calle y observa la escena.

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El expulsado: Expulsión (15c-18b) Vida detestable (16c-19c) El alegre rostro de la primavera (17c)

Expulsión

Apenas presta atención al desorden que reina en la habitación. Baja y con dolor de cabeza espera el autobús que lo llevará al trabajo. Ya es costumbre que al subir se cumpla el ritual: Presentar la credencial al ayudante del conductor, quien toma nota en una carpeta del mismo color que el vehículo y su uniforme y asigna un número de asiento. Así con cada uno. Antes de Saturnino Segundo hay por lo menos quince personas. Al llegar su turno el ayudante del conductor no encuentra su nombre en la lista por lo que le impide subir.

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